¿Por qué meditar?
Nos pasamos la vida muy atareados en la búsqueda del bienestar y la felicidad; pero como no sabemos cómo ni dónde encontrarlos, confundidos como estamos, creemos hallar satisfacción en la inmensa diversidad de formas, olores y sabores que atraen nuestros sentidos, objetos todos ellos que están fuera de nosotros. Así que confiamos nuestra felicidad a la posibilidad de que se produzcan unas determinadas causas y condiciones, ajenas todas ellas a nuestra voluntad y, de este modo, su logro escapa a nuestro control. Por eso, cada vez que creemos haber conseguido algo, como no es más que el resultado de circunstancias externas y variables, en cuanto éstas cambian, el objeto que creíamos haber aprendido desaparece, porque también se transforma, ya no es el mismo. El placer de la exquisita comida de ayer se ha esfumado, y si queremos experimentarlo de nuevo, tenemos que afanarnos en el vano intento de reunir otra vez las mismas condiciones que lo hicieron posible. Y así vivimos.
Pero ¿hasta cuándo toda esta incesante actividad? ¿no resulta cansado? y al final, ¿conseguimos algo?
La realidad es que, como ocurre con los demás afanes de la vida, ni el trabajo, ni el esfuerzo o el tiempo, nos pueden garantizar la felicidad. Tampoco vale con sólo desearlo. No funciona así. Está claro que necesitamos otro método, uno interior, capaz de asegurarnos experiencias de felicidad más duraderas, menos dependientes de factores externos.
Pero, antes que nada, es esencial tomar conciencia de la enorme importancia, de la excepcionalidad que supone haber obtenido este nacimiento humano con todas sus posibilidades. Dentro de la existencia cíclica, este renacimiento está considerado como el mejor. La inteligencia de la que estamos dotados nos provee a cada uno de nosotros de un inmenso potencial para actuar no sólo en nuestro beneficio, sino en el de todos los seres. No utilizar este potencial o hacerlo mal, es causa de muchos sufrimientos propios y ajenos; por consiguiente, tenemos que esforzarnos y aprender a usarlo de forma correcta. Y para eso, toda la instrucción que hemos recibido hasta ahora, especialmente destinada al logro de condiciones favorables para esta vida, resulta de todo punto insuficiente.
Estamos compuestos de un cuerpo y una mente, pero la mente es mucho más poderosa. Todo lo que pensamos acaba convirtiéndose en actos positivos o negativos, porque la mente dirige al cuerpo con una intención concreta; por eso es tan importante observarla. Nuestra actitud en la vida y, en consecuencia, nuestros problemas o nuestra felicidad van a depender de nuestro estado mental en cada momento. Nuestras sensaciones y experiencias son un fiel reflejo de nuestro estado mental; por eso tenemos que lograr que sea estable. De estados mentales positivos y virtuosos se derivan experiencias y sensaciones positivas y virtuosas; de estados mentales conflictivos, actos y experiencias conflictivas.
Siempre y cuando hayamos creado sus causas y se den las condiciones necesarias, el dolor o la felicidad surgirán y no servirá de nada desear unas experiencias y reunir otras; si no hacemos algo para causar experiencias de felicidad y evitar las de dolor, no estamos haciendo nada. Si queremos felicidad, nuestros actos tendrán que ser positivos; si queremos evitar el sufrimiento y los problemas, deberemos hacerlo antes con nuestros actos negativos. Y para poder ejercer control sobre nuestros actos, necesitamos adiestrar la mente; y para adiestrarla, necesitamos la meditación. Así que, meditamos para observar la mente y evitar ser influenciados negativamente por ella.
Esto no aparece en ningún texto en concreto, pero, según mi experiencia, estos son los motivos por los que debemos meditar. El verdadero significado de la meditación no es el de detener los pensamientos y quedarnos en blanco, sino el de eliminar nuestras emociones negativas. Si sólo hacemos lo primero, quedarnos en blanco, conseguiremos un estado neutro durante algún tiempo, que puede ser agradable, pero no estaremos haciendo nada para eliminar nuestro enfado, nuestro orgullo, nuestro apego, etc. en fin, nuestros problemas.
Debemos saber que todo aquello que atrae dificultades a nuestra vida tiene su causa en emociones negativas. Y tenemos muchas. Cada vez que una de estas emociones se apodera de nosotros, nuestra mente se perturba, queda confundida y nuestro comportamiento se convierte en fuente de problemas y conflictos no sólo para nosotros, sino también para los demás. Por eso es fundamental que aprendamos a controlar estos estados mentales hasta erradicarlos, de forma que no vuelvan a ser causa de sufrimiento para nadie.
Por último, siempre será de gran utilidad disfrutar de unas buenas condiciones físicas y materiales si las consideramos sólo como un medio; pero el fin que no debemos perder nunca de vista, es la aniquilación total de nuestras emociones negativas. Y eso sólo se consigue por medio de la meditación.
Lama Geshe Tsering Palden
Thubten Budismo Madrid
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