¿Qué son las doulas? ¿Qué hacen en realidad? ¿Dónde me estoy metiendo al querer ser una o buscar una que me acompañe? Todas esas preguntas y muchas más me las hice hace ya más de 12 años cuando se me presentó la oportunidad de conocer a una doula y de quizás formarme para ser una.
Soy de esas personas curiosas, que siempre quieren saber más y siempre quieren aprender a hacer las cosas bien antes de embarcarme en cualquier proyecto. Y creo firmemente que sólo con información real y honesta somos libres para decidir de verdad, por lo que necesité investigar, saber si ese era mi sitio y si yo era la persona que debía estar junto a otras en los procesos relacionados con la maternidad que vivían. Y resultó que sí: podía ser esa persona, podía ser esa doula. Y lo he sido muchísimas veces a lo largo de estos años.
Pero empecemos por el principio: ¿qué he aprendido yo de lo que es una doula? ¿Qué os puedo aportar sobre ello?
La doula es una persona (habitualmente una mujer) que acompaña a otra en su proceso de maternidad. Parece sencillo, pero cuando creí que lo comprendía del todo, la experiencia me demostró que nada más lejos de la realidad.
Para empezar, necesité entender de verdad lo que era acompañar. Y. sobre todo, lo que no lo era. La doula acompaña, pero ¿qué se hace al acompañar? La respuesta es nada.
Resulta sorprendente leer que alguien ofrece sus servicios profesionales sin hacer nada, ¿verdad? Seguramente porque no somos conscientes de lo importante que es el acompañar sin hacer y lo difícil que resulta en un mundo lleno de objetivos, tiempos límite, productividad y cifras que nos rodean.
Pero acompañar es estar por y para esa persona en esa circunstancia o momento de su vida. Estar para su escucha, para no juzgarle, para comprender y recoger su sentir, sus expectativas, sus decisiones… Acompañar es estar junto a esa persona, ser espectador, ser esa red bajo los trapecistas que no está haciendo nada pero que a los trapecistas saber que está o mirarla les hace sentir atendidos. La doula no es terapeuta porque no tiene una meta u objetivo más allá de acompañar, no enseña porque no se siente con más sabiduría que la propia mujer o familia, y no asesora porque solo la mujer y/o familia deben ser dueños de sus decisiones y opciones.
Tengo que decir que aprendí también que no en todos los lugares del mundo las doulas tienen el papel del acompañar puro, ya que cada país tiene un enfoque de la maternidad, una atención sociosanitario y una realidad legal y laboral diferente.
Y puede parecer simple acompañar, pero en este camino he descubierto que a la mayoría de las personas les cuesta muchísimo hacerlo y notar cuando no lo están haciendo. Añaden acciones, una tras otra, objetivos, técnicas y palabras. Cuando acompañar es muchas veces tan complejo como estar en un silencio de la otra persona que expresa su sentir y su necesidad.
Algo más que descubrí en el camino fue que, como decía antes, soy una persona que siempre busca ofrecer lo mejor de sí misma. Y eso implica que si voy a ofrecer servicios profesionales siento que debo tener una buena base. Así que la doula que yo soy tiene un enorme componente vocacional, sin duda. Pero también necesita límites, un esqueleto sobre el que construir, un mapa que me indique los caminos posibles y los que deben ser recorridos por otros. Y esa es la formación. Una formación que no termina nunca, pero que el acompañar y darte cuenta precisamente de ese aprender constante te muestra que debe ser lo más larga posible en su parte inicial. Si quieres ser doula o quieres tener una, yo te recomiendo de corazón que nunca la formación de la doula sea de menos de un año.
Porque la doula no solo debe conocer y comprender todos los posibles caminos antes de acompañarlos, sino que debe reflexionar sobre ellos, y sobre su propio sentir y sus posibles prejuicios sobre ellos. Y eso, de verdad, no se hace ni en 3 ni en 6 meses… se necesita mucho más. Y más aún el aprender que se debe hacer en cada uno de los acompañamientos que realicemos para no influir en ellos, no alterar las vidas de esas personas con nuestras propias cuestiones sin trabajar.
¿Pero es solo eso lo que puedo contar sobre las doulas? ¿Qué necesitamos aprendizaje constante y un mínimo de un año? ¿Que nuestra tendencia en esta sociedad es mucho más al hacer que al acompañar?
No, en este camino he aprendido sobre todo que acompañar es el privilegio. Como dijo una doula en formación hace poco, de ser testigo. Ser testigo desde el apoyo y la empatía de tantas experiencias, vidas y emociones, que acompañar es mi vida y creo que nunca dejará de serlo. Espero ser siempre una privilegiada y poder acompañar.
Beatriz Fernández
Autora de: DOULAS del Mito a la Realidad.