La meditación o el arte de PARAR

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Aunque el radja-yoga (yoga psicomental) es mucho más que la meditación, ésta es la columna vertebral del mismo, pues nos permite esclarecer la mente, entrenar la atención, sosegar el espíritu y empezar a ver las cosas como son, más allá de las apariencias o de las tendencias de ofuscación, avidez u odio.  

La meditación es una práctica milenaria para aprender a fijar, fortalecer, estabilizar, cuidar, sanear y potenciar la mente. Es un método para entrenar y desarrollar la atención, actualizando potenciales internos de la consciencia que están aletargados. Asimismo, la meditación, nos ayuda a reorganizar nuestra vida psíquica, superar los modelos de pensamiento que generan sufrimiento, drenar el «pus» del inconsciente y desplegar energía, sosiego, ecuanimidad, contento interior y lucidez. Pero al principio meditar no es fácil, porque la mente se resiste a concentrarse en el ejercicio elegido para la meditación y se empeña en continuar saltando de un lado para otro, sin centrarse en el momento presente. Sin embargo, la meditación enseña a meditar y, poco a poco, la mente se va calmando y fijando más en el ejercicio que uno ha elegido para estabilizar la atención. Hay que evitar la tensión o el conflicto con uno mismo, y tener paciencia y a la par firmeza. Cada vez que uno descubre que la mente se ha dispersado, se la recoge y se la dirige de nuevo al ejercicio. Igual que la mente tiene el hábito de la dispersión, se puede ir creando el de la unificación. 

A menudo lo recuerdo en mis clases: la meditación no es un lujo, sino una necesidad específica; no es un entretenimiento, sino una solvente y milenaria disciplina para transformar la mente; no es fácil y requiere esfuerzo consciente, motivación y asiduidad; no pretende sólo sosegarnos, sino cambiar los modelos de pensamiento que generan sufrimiento propio y ajeno; no es una vía de evasión o escape, sino, al contrario, de encuentro con uno mismo para poder evolucionar conscientemente y humanizarnos.

De la misma manera que una persona no se cuestiona que tiene que dormir, beber agua, comer y asearse, así no debemos cuestionarnos la meditación y tenemos que incorporarla como una actividad más a nuestras vidas. Del mismo modo que cuidamos y atendemos el cuerpo, con más razón hay que hacerlo con la mente, que es tan inestable, difícil de gobernar y tendente a desordenarse. La meditación es asimismo una práctica natural, consistente en poder estar en uno mismo durante unos minutos, sin tanto dejarse externalizar por pensamientos incontrolados y díscolos. Pero hay que cultivar una actitud o enfoque adecuado ante la meditación y evitar crear resistencias inútiles contra la misma. No hay que considerar la meditación como un sacrificio ni imponérnosla como si fuera una insalvable obligación o con una actitud auto coercitiva. La meditación es una oportunidad de oro para desconectar unos minutos de la vida diaria y poder estar en nosotros y con nosotros mismos, pudiendo así, desalineándonos y entrenar facultades tan esenciales como la atención, el sosiego, la ecuanimidad y la lucidez, que luego trataremos de integrar en la vida diaria. 

Cada sesión de meditación es única y no hay que presuponer, siquiera, que debe ser relajante, grata o sosegadora, y sobre todo hay que evitar estar comparando una sesión de meditación con otra. Hay sesiones sosegadas y otras que no lo son en absoluto, pero, en cualquier caso, uno trata de estar atento, ejercer la ecuanimidad y no desanimarse. No hay que alimentar falsas expectativas ni estar pendiente de los resultados inmediatos de la meditación. Meditamos y los resultados ya vendrán por añadidura. No son pocos los riesgos de una excesiva externalización, y la meditación nos ayuda a prevenirla y estar unos minutos con uno mismo. A veces, la meditación es aburrida, desazona, origina molestias corporales, produce somnolencia o tristeza, pero todo ello forma parte de la meditación, porque no viene de fuera, sino que está dentro de nosotros, y nos ayuda a fortalecer la voluntad y desarrollar constancia de ánimo y equilibrio mental.

Apaciblemente, uno se sienta con el tronco y la cabeza erguidos e inmoviliza el cuerpo lo que pueda. Si hay que moverse, se hace con consciencia y lentitud. Se ralentiza un poco la respiración y se elige una técnica que sirva de soporte para tratar de mantener la mente establecida en él mismo. No hay que crear tensión y hay que evitar exasperarse por mucho que la mente huya. Cada vez que se vaya, la tomamos y la llevamos, con paciencia, al ejercicio. Paulatinamente se va consiguiendo conectar con la frecuencia meditacional, aunque sea por segundos. La meditación es ejercicio y requiere cierta disciplina y un esfuerzo equilibrado. No tiene por qué ser divertida o entretener; no es esa su función. No debe tomarse como una carga pesada, sino como un provechoso método para ir superando los modelos de pensamiento que crean sufrimiento y consiguiendo una mente mejor dirigida y más sana. 

Se aprende a meditar, meditando, insistamos en ello. Poco a poco se activa la vigilancia mental y aunque uno se distraiga mucho, está mejor preparado para captar las distracciones y volver al objeto de la meditación. Aunque hay muchas clases de meditación, es idóneo comenzar por ejercicios de atención a la respiración, válidos y eficientes para todas las personas. No hay nada más natural y libre de artificios que observar la respiración, que siempre está presente, siempre en disponibilidad. La atención a la respiración puede llevarse a cabo, incluso, en distintos momentos de la vida diaria y nos ayuda a estar más atentos y sosegados. 

La meditación tiene también un efecto de limpieza mental, reorganización psíquica y equilibrio psicosomático. Aprendiendo a estar más atento en la práctica meditativa, luego lograremos estarlo más en la vida diaria, evitando el desgaste del pensamiento incontrolado e inconcluso que nos piensa y que no es el pensamiento consciente y voluntario. 

Hay que aprender a pensar y dejar de pensar, pero evitando ser pensado por los pensamientos. Para ello hay que estar muy vigil, pues somos muy mecánicos al pensar, hablar y hacer, estando dominados por nuestro yo-robótico. 

Entre los ejercicios del grupo de meditación de atención a la respiración, podemos elegir alguno de los siguientes para practicar. Se respira siempre con completa naturalidad, de ser posible por la nariz.

Hay que evitar pensar, analizar, reflexionar o divagar. 

Atención al curso de la inhalación y de la exhalación, que estriba en ir mentalmente observando el aire al venir y el aire al partir, conectando así, estrechamente, con el flujo de la respiración. 

Atención al punto de encuentro entre la inhalación y la exhalación y viceversa: Consiste en ir siguiendo el curso de la respiración con mucha atención, pero incrementarla para tratar de percibir el fugaz momento en el que la inhalación se junta con la exhalación y la exhalación con la inhalación. 

Atención al dentro y fuera de la respiración, captando cuando el aire está dentro y cuando el aire está fuera. 

Atención a la sensación táctil del aire: La atención se fija en las aletas de la nariz y se trata de concentrarse en el roce que el aire origina en las aletas de la nariz o en la parte alta del labio superior.

Ramiro Calle
www.ramirocalle.com

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