Todo fluye, nada permanece

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Buda compuso un inspirado y escueto poema:

«El pasado e sun sueño.
«El futuro es un espejismo.
«El presente es una nube que pasa. 

Pero si estamos muy atentos y perceptivos, esta nube es la que podemos captar de instante en instante, sin dejar de aprender y evolucionar. 

Anicca es un término de la lengua pali (la hablada por Buda) que podemos traducir por transitoriedad o impermanencia, pero lo importante no es como lo traduzcamos, sino que entendamos y realicemos lo que es y esa visión clara de su inexorable realidad nos ayude a transformarnos, mejorarnos y humanizarnos. 

Los animales viven en la impermanencia, como todo ser vivo, pero ellos no reflexionan, que sepamos en la misma. Por el contrario, los seres humanos (a menudo más bien in-humanos) podemos reflexionar en ello y utilizar esa reflexión y discernimiento en método transformativo de indudable eficacia. 

Si penetrásemos con entendimiento lúcido el fenómeno de la impermamencia, de manera espontánea tendríamos menos apego y menos odio, y, por supuesto, menos miedo. Pero debido a lo que los hindúes denominan maya (el espeso velo de ignorancia de la mente), no nos percatamos de que todo muda, todo fluye, todo surge y se desvanece y, en suma, nada permanece. 

Hay una sabiduría muy especial y a la que recurrentemente hago referencia en mis clases de meditación y es la denominada de la inseguridad. Consiste en entender cabalmente, en discernir en profundidad, que todo es inseguro y que, como apuntaba el gran poeta Tennyson, lo único seguro yace en la inseguridad. Como todo está sometido a la ley del movimiento y de la dualidad, en realidad la seguridad total no existe. Paradójicamente, el que quiere estar seguro de todo y demanda por tanto un exceso de seguridad, se siente más inseguro, porque en su fuero interno sabe que de nada se puede estar plenamente seguro. El que desarrollo e incorpora a su vida la sabiduría de la seguridad, se siente infinitamente más seguro. 

Muchas veces, debido a la petulancia neurótica de nuestro ego, creemos que todo podemos controlarlo, como la necia pulga que cabalga a los de un elefante y piensa «a la derecha» y casualmente el elefante gira a la derecha. Entonces la pulga piensa: «¡Cómo lo domino!» Y unos minutos después el elefante estornuda y ya sabemos dónde va la pulga. 

Lo que nos cabe a veces controlar es nuestra actitud ante lo incontrolable, pasajero e inseguro.

Buda supo, como nadie, penetrar y realizar la impermanencia, más incluso que los modernos físicos cuánticos. Viendo con claridad meridiana esa inevitable transitoriedad, superó las tendencias insanas de la mente: la ofuscación, la avidez, el odio y el miedo. Para ello hay que obtener, a través de la meditación y otras técnicas, la denominada por Patanjali «visión pura» y por Buda «visión penetrativa». Entonces se produce un entendimiento supraconsciente y uno se percata de que nada es totalmente seguro y de que todo es impermamente. Y lo hace no con pesadumbre, sino con gozo, aprendiendo a vivir en lo que es a cada momento, sin tanto afán por agarrar ni por rechazar. 

Nos aferramos a lo fijo, pero tal es una ilusión. Todo surge y todo se desvanece. La vía del aferramiento conduce al sufrimiento y al miedo; la del no-aferramiento a la serenidad y la intrepidez. 

El secreto está en permanecer ecuánime ante todo lo que va inexorablemente mudando. Es un verdadero sabio es que es plenamente consciente de que todo cambia y por eso mantiene el ánimo estable ante la ganancia y la perdida, el triunfo y la derrota, el amor y el desamor, el encuentro y el desencuentro, el halago y el insulto. Y esa consciencia plena de la transitoriedad, vivida con lucidez, desencadena la compasión auténtica, que consiste en tratar de procurar felicidad a los otros seres y evitarles el sufrimiento. Así, de la atención, va naciendo, el sosiego y la comprensión clara, y de ellos va surgiendo la visión penetrativa y la lucidez, y de ellos la genuina compasión. El entrenamiento metódico de la consciencia, a través de la meditación y otros métodos, desencadena entendimiento correcto y transformativo y, por tanto Sabiduría y real Compasión. 

Ramiro Calle
www.ramirocalle.com

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