Romper las expectativas para disfrutar la vida

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Nos pasamos la vida creando expectativas tanto en los resultados que queremos obtener en lo que hacemos cómo sobre la vida misma y, cuando no se cumplen, sentimos una gran frustración y desengaño.

¿Merece la pena?

No, porque en ese proceso se nos pasan inadvertidas las cosas maravillosas que la vida nos ofrece cada día, no estábamos ahí presentes sino en otro lugar profundo y escondido de nuestra mente insatisfecha.

Hoy se habla mucho del mindfulness como la práctica de la conciencia plena. En el momento que somos capaces de centrar toda nuestra atención para vivir cada detalle de lo que nos rodea sin juzgarlo es cuando empezamos a disfrutar realmente de lo único que de verdad nos pertenece: cada instante de la vida.

Pero no es algo que hayamos inventado hora, ya se hablaba de ello en los inicios del yoga, en el tantra, en la meditación zen, o en las terapias de relajación. ¿Qué es lo que verdaderamente tiene importancia?: cada segundo que estamos vivos, disfrutando por el mero hecho de estar aquí.

No hay una vida perfecta en la que todos nuestros deseos se vean satisfechos, hay simplemente una vida que nos regala grandes momentos de felicidad y otros de sufrimiento y aprendizaje, de nuestro enfoque dependerá el que seamos capaces de oscilar entre esas dos situaciones hasta encontrar el equilibrio.

Es un arte ver en lo que nos duele o desespera que hay algo bueno encerrado.

No podemos basar nuestra vida en los programas que traemos aprendidos, esos pertenecen a nuestros padres y ancestros, ya no nos sirven porque el momento que nos toca vivir es diferente. No obstante, una parte de ellos es útil y universal para ayudarnos a vivir o a sobrevivir; esa parte es lo que yo llamaría el software de supervivencia, pero a partir de ahí debemos introducir nuevos programas, es decir: actualizar el sistema.

Tanto la Técnica Metamórfica cómo el Masaje Celular son una vía de conexión que utiliza el terapeuta como una herramienta que ayuda a la persona a conocerse mejor a sí misma, a sacar todo su potencial y a conectar su corazón y su mente para sentirse en paz consigo misma y con todo lo que le rodea.

Son terapias sencillas, que después de muchos años trabajando con ellas no dejan de sorprenderme por sus resultados. Pero cuando una persona viene a tratamiento, lo primero que me pregunta es cuánto tiempo va a tardar en resolver su conflicto y si se va a curar en el caso de tener algún problema de salud añadido.

Lo primero que tenemos que dejar fuera de la terapia son las expectativas, porque ya estamos poniendo límites, tanto a disfrutar de la misma cómo a los resultados que se puedan conseguir, ¿Quién dice que lo que la persona quiere es lo mejor para ella? Quizás lo sea lo que la vida le trae. Ambas pueden ir en la misma onda o no.

¿Qué deseo en mi vida: una pareja, un hijo, un trabajo maravilloso que me aporte una seguridad económica, buena salud?

¿Por qué tengo que ponerle esas condiciones fijando en ellas mi felicidad?

La felicidad es más fácil de alcanzar cuando somos conscientes de que se construye día a día a base de buenos momentos y otros no tan buenos. El enfoque que demos a las circunstancias que nos toca vivir es el que tiene que cambiar.

Desapegarnos de las expectativas hace que los resultados superen incluso los deseos que teníamos. Vivir cada momento como único y explorar en él, nos ayuda a conocernos más a nosotros mismos y a ver lo que somos capaces de transformar y conseguir.

La mente nos manipula constantemente. Dice Osho en su libro “La Búsqueda de los Diez Toros del Zen”:

La muerte de la mente es tu vida. Y la vida de la mente es tu muerte. 

Cuando empecé a trabajar con el Masaje Celular tomé conciencia de que para conseguir mejores resultados debía poner a trabajar juntos al corazón y la mente, desarrollando la técnica que utilizo al final de la terapia a la que llamo Conexión Corazón-Mente. Si ambos van al unísono entramos en la armonía interior, nuestro corazón late con un ritmo acompasado y dejamos de vivir en las expectativas para disfrutar lo que verdaderamente tenemos: ese momento en el que nos hacemos presentes. La lucha interior termina y alcanzamos la paz con nosotros mismos.

Romper expectativas no quiere decir que no tengamos proyectos, objetivos, sueños o ilusiones que queramos ver cumplidos, sino que no nos apeguemos a ellos, y si el resultado es diferente del que uno tenía en su cabeza seamos capaces de ver que puede ser incluso mejor.

Cuando mi hijo tenía once años, siempre me decía que cuando fuera mayor iba a tener un trabajo en el que ganara mucho dinero para comprarse todo lo que quisiera, sobre todo videojuegos, consolas, todo lo que les gusta a los chicos. Hoy que ya tiene treinta y un años, trabaja en investigación informática en una universidad que es lo que más le gusta. Cuando le decimos que por qué no se va a la empresa privada que ganaría tres veces más, siempre me responde lo que yo le repetía una y otra vez: “No es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita”, y añade a modo de coletilla: “Lo que me dijiste no cayó en saco roto”.

Podemos elegir disfrutar de todo lo que tenemos o vivir apegados a unas expectativas que no se cumplen sin ser siquiera conscientes, muchas veces, de que lo que tenemos es mejor que lo que esperábamos tener.

Nadar contracorriente agota las fuerzas y no permite ver lo que nos rodea porque estamos aferrados a mantenernos ahí; es mejor flotar dejándose llevar por el río de la vida y disfrutar del viaje.

Carmen Benito
Licenciada en Biología, diplomada en terapias manuales
www.carmenbenitobioestetica.com

 

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