“El mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerlos felices”-Oscar Wilde
Empecemos hablando de qué es el niño interior; según la psicología Gestalt, el niño interior es la estructura psicológica más vulnerable y sensible de nuestro YO más profundo, dicho de otro modo, nuestra esencia o nuestro ser.
Varios autores han hecho referencia al trabajo del niño interior. Autores como C. G. Jung, J. Campbell, J. Bradshaw, son un claro ejemplo de ello. La analista Marion Woodman, discípula de la escuela de Jung, reconoce el valor de encontrar la imagen interna que poseemos del adulto, vale decir, aquél o aquella niña que fuimos y que, muy a pesar de los años, vive en nosotros y forma parte de nuestro presente (el aquí y ahora), afectando así a muchos momentos de nuestra vida. Hay que tener en cuenta que las decisiones que tomamos parten de nuestro patrón de comportamiento, el cual aprendemos en una etapa inconsciente de nuestra niñez.
Todos llevamos dentro el niño interior que algún día fuimos, es decir que las vivencias o experiencias que pudimos adquirir ya sean negativas o positivas, generaron ciertos sentimientos que, a su vez, nos hicieron reaccionar de una manera u otra. Básicamente, según las experiencias que hayamos tenido en nuestros primeros años de infancia, nuestro niño interior será un niño alegre o un niño enfurruñado. Eso no quiere decir que guarde solamente las experiencias negativas, también guarda tesoros increíbles y herramientas que nos acompañarán toda la vida en forma de recursos. A lo largo de nuestra infancia, todos hemos tenido alguna herida emocional que no ha sido solucionada en su momento, ya que era una etapa en la que carecíamos de recursos, por eso es de suma importancia responsabilizarnos de nuestro niño interior para poder dar el lugar correspondiente y ganar una autoestima y mejora emocional.
Con el paso del tiempo y con las responsabilidades que adquirimos en nuestra vida adulta, este niño queda en segundo plano y se va escondiendo poco a poco para ocultarse en lo más profundo de nuestro ser. En algunas ocasiones, este instinto primario sale a la luz, dejándonos ver el niño que realmente llevamos dentro. Por ejemplo, cuando hacemos un berrinche o tenemos una actitud fuera de lugar (inapropiada según la situación), es porque el niño interior se apropió de nosotros. También nuestra parte más artística es guiada por nuestro yo más sensible.
Sabemos si nuestro niño interior está herido o dañado por la manera que tenemos de reaccionar ante situaciones cotidianas. Debemos saber que en mayor o menor medida, nuestro niño interior estará dañado ya que ninguna escuela, padre o situación será perfecta, puesto que el ser humano, por naturaleza, siempre quiere más. Ahora bien, hay diferentes grados de desequilibrio emocional o insatisfacción ante las necesidades según la interiorización de nuestras propias vivencias.
El trabajo del niño interior crece en importancia cuando queremos trabajar el clan familiar, ya que es su concepto de amor idealizado el que nos impide tener una imagen real de nuestros padres; la percepción que nosotros pudimos adquirir sobre una situación puede ser muy diferente a la situación vivida en realidad, por eso es importante crear una imagen lo más ajustada a la realidad posible para cubrir las carencias afectivas en la etapa adulta de nuestra vida.
Conectar con nuestro niño interior es un proceso, un trabajo de desarrollo personal que debemos hacer para afianzar esas pequeñas partes de nuestra personalidad que han sido descuidadas.
Sanar al niño interior implica viajar al pasado para poder cerrar las heridas que, en algún momento, no pudimos superar emocionalmente y que nos mantienen atados a esa etapa de nuestra vida. Este viaje, por momentos, puede resultar difícil y hacerlo nos conduce a la sanación del niño y del adulto que somos.
A veces sentimos que no confiamos lo suficiente en nosotros mismos o creemos que no estamos a la altura de las circunstancias, ya sea a nivel profesional o personal, sentimos que nuestra vida no es plena y feliz. Resolver antiguos traumas a través de la sanación de este trabajo te va a permitir una vida más liviana y fluida. Una relación sana con nuestro YO nos permite tener una relación sana con los adultos.
Para las personas para las que este tema despierte su interés o resuene en su interior, el 24 de noviembre próximo impartiré un taller en Madrid, en el centro Avabodha (www.avabodha.es).
El taller consistirá en mirar a este niño que eres, observar qué le faltó y las necesidades que aún hoy tiene. A través de ejercicios, meditación , movimiento sistemico y visualizaciones, buscaremos darle lo que necesita, sabiendo que si logramos sanarlo y calmar sus dolores, le permitirá al adulto que soy tener mas conciencia de mi realidad lo que me llevará a tener una mejor calidad de vida.
Hasta pronto.
Lic. Claudia Secco
Psicoterapeuta Gestáltica y Sistémica a nivel individual, de parejas, infantil y grupal. Terapeuta Gestalt, Diplomado en psicoterapia Gestalt Infantil (Universidad de la Concordia, México). Formación internacional en Constelaciones Familiares con Joan Garriga, Institut Gestalt, Barcelona. Constelaciones Organizacionales y Coaching Sistémico con Joan Corbalan. Entrenamiento internacional con Bert Hellinger, Alemania.
Avabodha
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