La salud es simple. Puede que te llame la atención esta afirmación. La salud es simple porque es nuestra naturaleza mantenernos sanos. El cuerpo está diseñado para auto repararse, para mantenerse sano…. ¡¡¡si le dejamos!!!
Sin embargo, estamos en una cultura compleja. Hemos convertido en enfermedades casi todos los procesos normales: hemos medicalizado los embarazos, los partos, la menopausia, a los niños inquietos y juguetones, la senectud. Anestesiamos todos los dolores sin preguntarnos por qué existen. Anulamos los síntomas antes de haber comprendido las causas…. Consideramos las enfermedades como batallas, culpamos “a lo de fuera”, a los gérmenes, a los demás, a la mala suerte, a la estadística… de todas nuestras afecciones, sin darnos cuenta de que NOSOTROS somos los dueños y los únicos responsables de lo que le ocurre a nuestro cuerpo.
Estoy convencida de que el cuerpo no comete errores. Todo lo que hace, lo hace por el máximo bien del cuerpo completo. Es más, me atrevería a decir que lo hace por el máximo bien de toda la vida, en todas partes. Cuando hay un desequilibrio aparente, el cuerpo está intentando solucionar un problema. Cuando subes una escalera corriendo, el cuerpo se adapta, aumenta el ritmo cardíaco, manda sangre a tus músculos…, lo hace porque se adapta a la situación. Así ocurre con todo. Para eso tenemos un maravilloso sistema de adaptación, mayoritariamente regulado por el sistema endocrino: nuestras glándulas son las verdaderas maestras del cambio.
El cuerpo está diseñado para sobrevivir. Incluso a veces sacrificando una parte (como hace cuando acumula el exceso de ácido úrico en la punta del dedo gordo del pie, alejándolo de los órganos vitales a los que podría dañar). Entonces, ¿por qué enfermamos?. Porque no le damos al cuerpo lo que necesita. Porque no escuchamos sus necesidades. Vivimos la mayor parte de nuestra vida en la mente racional, y no en el cuerpo. Lo habitamos sin consciencia. Y muchas veces ni siquiera sabemos qué está necesitando, y qué está pidiendo.
Vidas llenas de estrés, de estímulos sensoriales excesivos, de contaminación, vidas sedentarias, donde creemos que 1 hora de gimnasio a la semana puede compensar 8 horas diarias de silla… La mayoría de las veces, no nutrimos adecuadamente ninguna de las dimensiones de nuestro ser: ni la física, ni la energética, ni la emocional ni la mental…, por no hablar de la espiritual. Y luego culpamos “a lo de fuera” de enfermar.
El cuerpo es maravilloso, muta continuamente para mejorar la adaptación. Pero tiene sus límites. Si le damos lo que necesita, tiene una maravillosa capacidad de regeneración, podríamos incluso llamarla “milagrosa”. Porque está diseñado para la vida. Todos estamos diseñados para la vida. Para una VIDA en mayúsculas, para una VIDA en plenitud. No hay errores, hay aproximaciones sucesivas al éxito.
La salud es simple, y sólo cuando nos responsabilizamos sobre nuestra propia vida, podremos darnos cuenta de esa verdad. Mientras tanto, seguiremos culpando a los gérmenes, a la contaminación o a la mala suerte… Eso sí, nuestra visión de la salud basada en la bioquímica sí que se vuelve compleja. Pero no es la única visión. Cuando cambiamos el punto de vista y nos enfocamos en lo energético (electromagnético), la visión se hace mucho más sencillo: fluye o se estanca, hay suficiente o no, está en coherencia o no. Básicamente hay estas 3 opciones.
Por eso me gusta enfocar la salud desde la energía, porque simplifica la visión y amplía las posibilidades terapéuticas. La visión desde la energía nos permite comprender al hombre como un todo integrado, coherente. La salud se basa entonces en un estado natural y espontáneo que irradia vitalidad, entusiasmo y amor. Un estado de máxima plenitud que se alcanza sólo desde la consciencia de ser algo más allá de los vehículos que utilizo para expresarme. La consciencia de la responsabilidad de cuidar mi esencia y expresarla con absoluto respeto y coherencia.
Te deseo una vida llena de vitalidad, entusiasmo y amor.
Ana María Oliva
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