En busca de la esencia del yoga

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Muchas veces, se paga un alto diezmo a las modas, sobre todo cuando éstas desvirtúan, traicionan y dilapidan herencias espirituales genuinas que han demostrado su solvencia a lo largo de milenios. Tal es el caso del yoga. Nació como una técnica para liberar la mente de apego y superar la ofuscación y todos esos estados emocionales tóxicos que de ella se derivan; surgió como un método de autorrealización que se convertiría en el eje espiritual de todo Oriente; brotó como un valioso torrente de instrucciones y métodos para la evolución consciente.

Y he aquí que, en unos años, ha sido distorsionado, falseado, desdibujado y aguado hasta lo indecible, convirtiéndose esa venerable técnica de liberación espiritual en ridículo contorsionismo, banal postureo para el envanecimiento, culto compulsivo y narcisista al cuerpo, alardeamiento grotesco de la flexibilidad y puro fitness con su toque exótico. Es lo que he venido denominando la yogomanía. Como el término «yoga» ahora vende, se utiliza para todo y se llama yoga a lo que de yoga nada tiene.

He aquí el resultado, las fatales consecuencias, de esos primeros traidores al yoga que fueron los mentores indios que lo llevaron a Estados Unidos y lo falsearon para mercantilizarlo y hacerlo económicamente más rentable. Si el yoga representa el desapego, ellos lo mostraron como un desmedido apego al cuerpo;  si el yoga es humildad y ausencia de competencia, ellos lo impartieron como prepotencia y competición; si el yoga es viaje interior y elevación de la consciencia, ellos lo enseñaron como un método simplemente físico (ni siquiera psicofísico) para el vigor, el adelgazamiento, la longevidad y la apabullante flexibilidad.

Es tan maravilloso el legado del yoga y es tan amplio su ámbito, que da realmente pena que hasta tal grado se haya perdido de vista su esencia. Por ello y porque he bebido en las fuentes del verdadero yoga, me muestro, a veces, tan crítico en mis reportajes o en los trabajos que cuelgo en mi Facebook, insistiendo una y otra vez en la misma pregunta: ¿por qué le llaman yoga a lo que no es yoga? Pues simple y llanamente porque en la fiebre de la yogomanía, el término es rentable como negocio y se aprovecha para ponerle a todo el rótulo y atraer a los grandes consumistas de artículos pseudoespirituales en el supermercado del espíritu.

Por fortuna, ya son muchas las personas que tratan de indagar en las verdaderas raíces del yoga, percatándose de que lo que les vendían como yoga no es yoga, pues lo que ya es increíble y deplorable es que el yoga se considere una actividad  gimnástica o deportiva e incluso así se vendan los certificados para los que se hacen instructores. ¡Cuidado también con la titulitis, en este sentido, el afán compulsivo de federaciones y regulaciones y, por supuesto, del gran negocio de la formación de profesores!. Oficializar el yoga de esa manera es asesinarlo. ¡Cómo para sentirse orgullosos los que esa labor han llevado a cabo!. ¿No pensaron que, como insistía Krishnamurti, todo lo instituido se torna putrescible? Flaco favor se le hace al yoga con ese afán de reducirlo a lo oficial o institucional, con ese compulsivo anhelo por regularlo y encorsetarlo! Los verdaderos mentores de yoga en este país, que vienen impartiendo clases de genuino yoga desde hace varias décadas, tendrían que poner el grito en el cielo, al menos por evitar  aquello de que «el que calla, otorga».

Quiero incluir en este trabajo, el mail que me ha enviado Roberto Majano. Roberto es bombero desde muy joven y un formidable profesor e investigador del yoga, empeñado en la recuperación de su esencia. Ha escrito numerosos trabajos y ha impartido seminarios.  Os dejo con su escrito:

«Hola querido amigo , ya le he echado un vistazo a uno de tus artículos, que era muy completo.

Es una maravilla y un placer, y estoy muy de acuerdo con todo lo que expones.

La verdad es que gracias especialmente a ti  y a otros , que vienen o venimos denunciando esta farsa total en que se ha convertido el yoga físico actual, hay o mejor dicho, noto como que esta habiendo una especie de revolución, de vuelta atrás, hacia los orígenes en la autentica práctica del yoga físico o hatta yoga.

Sí, este es un echo por lo que veo, y si sigues día a día la revistas de yoga, podrás comprobar como esto es así y ya son muchas las bocas que, a diario, denuncian esta desnaturalización tan atroz a que ha  llegado el yoga físico actual.

Por lo tanto creo que, gracias a ti y esa terquedad tuya que te caracteriza de no doblegarte ante las farsas, has abierto un camino que considero va ya en la dirección correcta .

Y digo dirección correcta, porque este gran circo de vanidosos contorsionistas pseudo yóguicos, parece ser que esta llegando a su fin, y sino a su fin, al menos a su limite de  expansión, pues son cada vez más la gente (incluidos algunos compañeros bomberos que se dedicaban a practicar estos yogas bestiales y enérgicos) que han comprobado el fracaso en sus carnes del mismo y se están “bajando del carro” y me preguntan por sitios donde se pueda practicar un yoga mas meditativo que físico, donde se practique la relajación; un yoga menos agresivo y, en  definitiva, un yoga que sosiegue y armonice la mente y no que  amplifique más la locura de éste, como así hace el yoga súper físico actual (esto en palabras suyas). Igualmente, cada día más gente de la calle, también está intentando buscar una práctica de yoga más tranquila, sana y efectiva; una práctica alejada completamente de ese concepto llamado yoga súper físico. Este también me llega a diario.

Así, amigo, creo yo que vamos por el buen camino, pues además no hay otro. Uno, el camino correcto y  otro el camino equivocado .

Un abrazo»

Ramiro Calle
www.ramirocalle.com

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