Mi personal viaje con el Yoga empezó con un reto relacionado con mi salud. Ocupaba un cargo directivo, de mucha responsabilidad y estresante, y somatizaba a través de mi cuerpo todas las tensiones que el trabajo me ocasionaba, y la ansiedad por no poder resolverlas cuando quería. Llevaba el trabajo y las preocupaciones a casa, y mi cuerpo y emociones se resentían, además comía todos los días fuera de casa, y mi dieta dejaba mucho que desear.
Un día encontré un lugar cercano al trabajo dónde impartían clases de Yoga. Mi espalda y cuello me dolían mucho y decidí probar. A partir de la primera clase empecé a tener sensaciones que nunca antes había experimentado, tanto física, como emocionalmente. Los resultados fueron espectaculares. Mi cuerpo reaccionó muy positivamente a la práctica, primero 2 veces a la semana, luego 3 hasta que empecé a practicar diariamente. Advertí que me sentía más enérgica -que no nerviosa- más relajada y tranquila. En resumidas cuentas más saludable física y mentalmente. Poco a poco fui modificando mi dieta, dando prioridad a los alimentos frescos, las verduras, las frutas, los cereales integrales. Las técnicas de respiración y meditación que, poco a poco, fui introduciendo en mi práctica, tenían unos efectos significativos y poderosos sobre mi mente, ayudándome a ser más sosegada y equilibrada.
El Yoga se ha ido adaptando a medida que yo misma me iba transformando (cambio de trabajo, embarazo, maternidad, pérdidas, etc). Con mi primer embarazo y una práctica física diaria exigente, me vi obligada a modificar drásticamente mi práctica… y mi vida.
Durante el embarazo la mujer sufre una serie de cambios psico-emocionales muy evidentes y el Yoga ayuda, no sólo a paliar las tensiones físicas sino a ser flexible, a estar atenta, adaptarte a la nueva situación, sin dramas: modificando las posturas, abriendo, estirando, respirando, descansando y meditando. El embarazo es un tiempo de mucha conexión interior, y con la ayuda del Yoga y la Meditación se puede vivir con mucha más intensidad y de manera más optimista.
En el postparto advertí que, de nuevo, tendría que modificar mi práctica, la lactancia, el cansancio, los cambios de humor, el abdomen sin tono, los dolores de espalda, las pérdidas de orina, y sobre todo adaptarte a una situación completamente nueva. Los ejercicios respiratorios (pranayamas), la relajación, y una práctica física más intensa para deshacerme de la tensión mental, me ayudaron a navegar por esas aguas desconocidas y disfrutar momento a momento de la maternidad, con todas sus consecuencias.
Como mujeres modernas nos enfrentamos a tensiones cada vez mayores en el trabajo, además de las responsabilidades familiares, mientras vivimos en una sociedad de soluciones rápidas, comidas rápidas y relaciones cada vez más superficiales. Corremos cada vez más y, lo peor, es que, seguimos teniendo la sensación de que aún queda una larga lista de tareas “por hacer”.
¿Cómo nos puede ayudar el Yoga y la Meditación en nuestras vidas?
Cuando nos flexionamos y tonificamos en una clase de Yoga, también flexibilizamos y fortalecemos nuestra mente. Nos entrenamos para estar más flexibles ante los cambios continuos a los que estamos sometidas, y aprendemos a adaptarnos mejor.
La capacidad de adaptación es la mayor fuerza que tienen las mujeres a lo largo de la vida: salimos de la infancia, enfrentamos el misterio de la menstruación, cuando experimentamos el milagro del embarazo y el parto, y cuando nos transformamos de nuevo; cuando llega la siguiente etapa y cesa el ciclo menstrual. A lo largo del camino necesitamos ser flexibles, adaptarnos a las nuevas situaciones y desapegarnos de “cómo era antes”, para abrirnos a “lo que ahora es”.
El Yoga está en todos los sitios hoy en día, en gimnasios, centros de Yoga, clubes de ocio por todo el país. Los médicos lo recomiendan para los dolores de espalda a las embarazadas y para aliviar el estrés, y ya se sabe de sus bondades.
Pero el Yoga es mucho más que una prescripción terapéutica; es un compañero para toda la vida. Se originó en una tradición muy antigua, en la India, y sólo se ha hecho popular recientemente como un medio para soportar el modo de vida occidental.
Escribo éste artículo para enseñar a las mujeres cómo el Yoga puede convertirse en un compañero para toda la vida, que les ayude, cualquiera que sea la etapa o situación en la que se encuentren. Nunca es tarde para empezar a practicar. Acércate a ésta disciplina milenaria con apertura, vacía y sin juicios. Encuentra un tiempo para ti misma en un estudio o en tu casa. Si no tienes tiempo para la práctica al menos haz la Postura del Cadáver (Savasana), durante 15 minutos todos los días. Espero que hayas disfrutado de ésta lectura y te haya incitado a comenzar, o a seguir. Amo el Yoga, es mi vida y así será hasta mi última exhalación aquí en la tierra.
Sonia Casado (Yoga Acharya)
www.yogamadretierra.org