El esfuerzo sin esfuerzo

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En muchos sectores espirituales, mal informados o con intereses más que sospechosos, se ha puesto de moda el predicar que no hay que hacer ningún esfuerzo para liberar la mente y seguir la senda de la autorrealización. Unos lo entienden mal, otros son unos redomados holgazanes que quieren resultados sin la menor disciplina, otros son «predicadores» que embaucan de ese modo a la gente para que lea sus libros o les sigan en sus dudosas enseñanzas. De ello han tenido mucha responsabilidad el neovedanta y el zen de los años sesenta, tan mal comprendido por muchas personas del movimiento hippie. ¡Qué le digan a Buda, Mahavira, Jesús, Milarepa y tantos otros grandes seres del espíritu que no hay que hacer ningún esfuerzo!

Solo en la extremidad de esfuerzo aparece el esfuerzo sin esfuerzo, como cuando vemos bailar a un bailarín que parece flotar en el aire sin ningún esfuerzo, pero que lleva detrás muchos años de disciplina y continuados esfuerzos, Se requiere esfuerzo para liberar la mente de sus engaños, autoengaños, falacias, pretextos y justificaciones; esfuerzo para estar atento y ecuánime; esfuerzo para lograr la evolución de la consciencia y humanizarse. Como decía el gran místico sufí Bayazid al-Bistami, «eso de lo que hablamos nunca se encuentra buscando; sin embargo, sólo los buscadores lo encuentran». Por lo intencionado se llega a lo inintencionado, como dicen los taoístas. Pero sin esfuerzo no hay energía en acción y la persona se deja vencer por la pereza y la desidia. Por eso aseveraba Buda: «No ay nada tan poderoso como el esfuerzo para superar la pereza y la apatía».

En el yoga llamamos sadhana a la práctica espiritual y sin sadhana no hay nada. El que sigue el sadhana es un sadhaka. Incluso la vida ordinaria hay que afrontarla con esfuerzo y ecuanimidad, pues son inevitables los contratiempos y las adversidades. Toda disciplina, sea artística, deportiva o de cualquier orden requiere esfuerzo. Mucho más el querer liberar la mente de sus negatividades y de la ignorancia básica de la misma para que pueda eclosionar la energía de lucidez y compasión. Si no abonamos y regamos una planta, ésta no se desarrolla. El esfuerzo es imprescindible en el autodesarrollo y la búsqueda de la paz interior. Era el gran místico Kabir quien se dirigió a sus discípulos y les dijo: «Miradme a mí; soy un esclavo de mi propia intensidad».

Pero son no pocas las personas que aspiran a los elevados estados de consciencia sin querer desplegar ningún esfuerzo ni servirse de ninguna técnica. Incluso para estar atento, consciente y autoconsciente hay que llevar a cabo un esfuerzo de gran envergadura. Nacer a otra forma o manera de ser más armónica y sabia, requiere ese imprescindible sadhana que va desenraizando las negatividades. Mientras haya condicionamientos internos hay que seguir un sadhana oportuno. No basta con pronunciar la palabra «luz» para que la lámpara se encienda, como no basta con leer el prospecto de un medicamento para que surta su efecto. Mientras en la mente operen los samskaras y vasanas el esfuerzo es insoslayable. Vendrán supuestos maestros, conferenciantes o escritores que digan lo contrario, pero ellos mismos saben en su interior que mienten indecorosamente. ¡Cuántos esfuerzos no han hecho las más grandes mentes realizadas, sea en la senda del yoga, del budsimo theravada, del zen, del budismo tibetano, del sufismo o de otros sistemas de autorrealización. Si no se ponen las condiciones para ello, no puede haber ningún tipo de transformación interior por mucho que uno la fantasee o la ensueñe.

Nadie se acuesta siendo celoso y se despierta siendo tolerante; u odiando y se despierta pleno de amor; o envidioso y se despierta alegrándose por los éxitos ajenos. Nada le puede a uno hacer suponer que, de repente, o con facilidad, se liberará de las tendencias insanas de la mente. Insisto: mientras haya samskaras y vanasas el esfuerzo no se puede dejar de lado, si uno quiere realmente alcanzar la independencia mental y la paz interior. Los samskaras son simientes o condicionamientos subconscientes que provocan nuestras propensiones o tendencias y nos cristalizan en una manera de ser inarmónica. Son como hilos invisibles pero muy poderosos que determinan  nuestras inclinaciones y esclavizan nuestra psique.

El trabajo consciente sobre el cuerpo, la meditación, el autoconocimiento y en suma las enseñanzas y métodos heredados de los más grandes maestros realizados, nos ayudan a debilitar esos samskaras y liberarnos de toxicidad psíquica. La libertad interior hay que ganarla. Por eso son iluminadoras las palabras de Buda: «Esperadlo todo de vosotros mismos». No vendrá alguien a  ganar esa libertad por nosotros. Cada uno tiene que seguir en último término su propia vía, su viaje hacia los adentros.

Ramiro calle
www.ramirocalle.com

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