Cuando la vida escapa a nuestro control

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Cuando la vida escapa a nuestro control
Si no hubiera hecho esto…

En muchas ocasiones nos hemos preguntado qué habría sido de nosotros si no hubiéramos hecho algo que ha supuesto un punto de inflexión en nuestra vida.

Un refrán muy conocido dice: “Agua pasada no mueve molino”. Pero aun sabiéndolo, no dejamos de darle vueltas en nuestra cabeza: ¿si no hubiera hecho esto… mi vida habría sido mejor?

En esos momentos sentimos que hemos perdido el control de nuestra vida y nuestras decisiones. Pero, ¿qué sucede cuando intentamos mantener siempre el control?:

Hay un cuento en la literatura islámica: “Cita en Samarra” que cuenta la historia de un hombre que comprando en el mercado de Bagdad se choca con la muerte, ésta se le queda mirando y él percibe en su mirada un gesto amenazante. Va corriendo a la casa de su maestro y se lo cuenta. Le dice que va a huir a la ciudad de Samarra donde vive su hermano para que éste le oculte porque tiene miedo a morir; para ello le pide un caballo prestado a lo que el maestro accede dejándole su corcel más veloz.

Cuando se marcha, el maestro decide ir al mercado e increpar a la muerte por haber elegido a su amigo ese día haciéndole un gesto amenazante.

La muerte sosegada, le responde que se equivoca, que no le hizo ningún gesto amenazante, que sólo le miró sorprendida por verlo en Bagdad por la mañana cuando tenía una cita con él por la noche en Samarra.

El protagonista de la historia, controlado por el miedo, decide huir y eso será lo que le lleve a encontrarse con su propio destino. Aunque por miedo queramos eludir situaciones difíciles, siempre es mejor actuar desde la serenidad.

No podemos saber qué nos deparará la vida después de sufrir un accidente, una ruina económica, una pérdida de pareja por separación o por fallecimiento. Siempre hay que pasar por el duelo, pero no debemos quedarnos anclados en él, debemos aprender a transformarlo en una nueva creación de vida.

Cuando queremos controlarlo todo, aparece mucha rigidez en el cuerpo, sentimos que todo se nos escapa de las manos, porque el gran error es tratar de aferrarlo.

En los trabajos, en los negocios, en las relaciones, necesitamos ejercer un cierto control, pero lo que realmente permite llegar a buen puerto es dejar que las cosas sucedan, no agobiarnos si no es lo que queremos ya que podemos bloquear la construcción de algo mejor.

Cuando cometemos errores no debemos obsesionarnos con ello, seguramente nos lleven a transitar un camino al que antes no habríamos accedido y que puede ser bueno para nosotros. Pero cuando vemos que una y otra vez caemos en lo mismo, estamos hablando de un patrón que nos impide avanzar y cometer el error es un toque de atención para cambiarlo.

Tuve un gran maestro de no aferrarse a lo que pudo haber sido, fue mi amigo Marcos. Con veintisiete años se quedó tetrapléjico en un accidente de coche. Al principio deseó morirse y no tener que pasar por todo aquello, pero al ver que eso no iba a suceder decidió seguir adelante y vivir de la mejor manera posible con lo que aún conservaba. A muchos amigos nos enseñó lo que realmente es el afán de superación.

Con él fue con quien más aprendí de reflexoterapia podal y de las vías neurológicas que utiliza el cuerpo para seguir pasando información. Estuve tratándolo con esta técnica un día a la semana durante cinco años y sobre todo mejoró su calidad de vida ganando movimientos de los músculos del brazo, del antebrazo y de la caja torácica.

Lo que más me impresionó fueron sus ganas de luchar para conseguir vivir solo, contratando a una persona que le hiciera todo y no tener que depender de los padres para no angustiarles más. Terminó la Tesis Doctoral en Valencia (era biólogo) y llegó a manejar un triciclo de parapléjicos con el movimiento de sus brazos.

Diez años después del accidente su cuerpo decidió que ya había trabajado lo suficiente y empezó a fallar, una bronquitis pudo con él, pero no llegó a sufrir que era lo que realmente quería.

Podía haberse amargado la vida, pero eligió disfrutarla a tope.

El miedo nos lleva a postergar las cosas, pensarlas en exceso a través de la mente quitando espacio a la creatividad, la pregunta se repite una y mil veces: ¿qué pasaría si…?

Dejar las cosas para mañana es un gran error, el mañana no llega nunca porque sólo vivimos en el hoy, por tanto estamos estancando nuestra energía con la indecisión. Aplazando las cosas lo único que conseguimos es perder la fuerza para emprenderlas.

Cada acontecimiento que provoca un punto de inflexión nos trae la posibilidad de elegir si nos quedamos enganchados al bucle obsesivo del: ¿qué habría sido de mí si no me hubiera sucedido esto?; o seguir adelante creando una vida diferente. Son la oportunidad de desarrollarnos espiritualmente.

Cuando trabajo con la técnica metamórfica o el masaje celular busco ayudar a la persona a romper los patrones de miedo.

La forma que tenemos de afrontar los cambios va ligada a cómo ha sido nuestro nacimiento, si ha sido bueno, sin miedo por parte de la madre y con mucho amor, nos adaptaremos mejor a lo que venga ya sea cambio de trabajo, de domicilio, de  país, de pareja, etc.

Si ha sido un parto difícil o con complicaciones; el miedo siempre estará  aflorando cuando tengamos que vivir una situación nueva, provocando muchas dudas e inseguridad.

En el momento de la concepción es más activo el padre (es el espermatozoide el que va al encuentro del óvulo) por lo que la relación de la concepción será con nuestra energía masculina, con nuestra autoridad, autoestima, capacidad de concebir proyectos, en definitiva, energía creadora que, posteriormente, se va a dirigir hacia la energía femenina, relacionada con el momento del nacimiento, ésta se encarga de que los proyectos que concibamos vean la luz.

En ambas técnicas la persona conecta con su plano original, eso le ayuda a comprender mejor qué patrón está cubriendo y cuando se conoce el patrón es más fácil modificarlo.

Si ambos patrones: masculino y femenino están en equilibrio, la persona alcanza su autoridad interior afirmándose el YO.

Cuando nos conocemos mejor a nosotros mismos tenemos absoluta responsabilidad de lo que nos sucede y de cómo decidimos afrontarlo. De ese conocimiento nace la armonía entre nuestro corazón y nuestra mente, por fin permitimos al corazón entrar en el juego y lo va a hacer desde su emoción que es el amor. Cuando nos sentimos completos cualquier situación de la vida la podremos asumir de una manera constructiva, y si hablamos de aprender a compartir la vida con otra persona será mucho mejor hacerlo desde el amor y no desde la necesidad, sabiendo que juntos podemos recorrer el camino siendo dos personas completas que a la vez forman una nueva unidad completa.

Carmen Benito.
Directora del Centro de Bioestética Carmen Benito.
www.carmenbenitobioestetica.com

 

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