El cuerpo humano es un organismo autónomo que contiene dentro de él, todo lo que necesita para existir. Cualquier intrusión en este entorno sellado, como la incisión de una operación, altera los procesos naturales del cuerpo y el resultado es una cicatriz que no sólo contiene la memoria energética negativa del evento, sino que también actúa como una barrera que impide que el flujo natural de la energía del cuerpo atraviese ese punto.
El tejido cicatricial, es el sistema de reparación natural más automático que tiene el cuerpo, en respuesta a un corte en el que se deposita tejido conectivo denso y fibroso, compuesto principalmente de colágeno. Sin embargo, esta densidad del tejido cicatricial lo hace muy vulnerable a la disfunción, debido a que las cicatrices pueden convertirse en «unidades de almacenamiento» de bacterias, hongos, virus y parásitos, lo que puede impedir, en gran medida, la capacidad general del cuerpo para sanarse.
Durante su formación, estos organismos también pueden adherirse a estructuras más profundas, como los músculos, los tendones, la fascia y los órganos, lo que naturalmente causa un bloqueo en el área y, a la larga, se expande a otras zonas, como un efecto dominó, interfiriendo en varios sistemas como el de los meridianos, sistema nervioso central, linfático, circulación sanguínea y restricciones en los movimientos corporales.
Los meridianos son como carreteras de energía que recorren el cuerpo, y si se encuentran en su paso con la barrera que crea una cicatriz, primero producirá un estancamiento, creando nuevos problemas de salud en la misma zona, para luego “desviar” la energía a una zona diferente donde no debe estar, causando problemas en un lugar que no tiene que estar necesariamente cerca de la cicatriz.
Cualquier persona con un conocimiento práctico de cómo funcionan los meridianos, es capaz de reconocer que la turbulencia energética generada por una cicatriz cerca del pecho se está irradiando en la dirección del corazón, e interfiere en este fomentando una posible arritmia o angina de pecho o incluso un infarto.
Cuando una cicatriz se activa, antes o después comenzará a emitir energía de forma aleatoria, causando que el sistema nervioso se desajuste, pues tienen el potencial de interrumpir y absorber la energía de los impulsos nerviosos, en lugar de permitir que fluyan libremente.
El neurofisiólogo alemán Albert Fleckenstein midió la energía almacenada en las células del tejido cicatricial y comprobó que las cicatrices que estaban activas emitían la misma energía que una pila de 1.5 voltios.
Cuando ocurren estas descargas de energía aleatorias, cualquier sistema de órganos puede verse afectado. Por ejemplo, es bastante frecuente que una mujer que ha dado a luz tenga una cicatriz (cesárea, episiotomía o desgarro) que cause interferencia en el funcionamiento normal del cuerpo, especialmente en la glándula de la tiroides.
No todas las cicatrices se vuelven «activas», pero muchas lo hacen. Curiosamente, es posible que no se activen hasta muchos años después de la lesión o cirugía inicial, y las causas de la activación son tan diversas como un disgusto, duelo, estrés, experiencia dolorosa, despido del trabajo, ruptura amorosa, otra enfermedad, la mala nutrición, embarazo, etc.
Las cicatrices pueden ser la causa o contribuir a un dolor inexplicable, malestar digestivo, ansiedad, desequilibrio hormonal, dolores de cabeza, además de cualquier malestar físico persistente que no mejore, pero también pueden afectar a estados de animo relacionados con los órganos afectados.
Es muy posible que una cicatriz cerca del hígado pueda producir diferentes patologías relacionadas con el mal funcionamiento del hígado, como un hígado graso, pero esto también puede producir en la persona irritabilidad, enfado, sentirse atrapada en su vida, etc.
Cuando hablamos de cicatrices solo nos viene a la memoria las que consideramos “gordas” aquellas que nos han realizado en el quirófano, pero tenemos muchas otras como tatuajes, piercing, extracción de muelas, y por supuesto, están las internas que no se ven, pero que también hay que trabajarlas.
Existen diferentes formas de desactivar las cicatrices toxicas, pero os voy a exponer como a mí me gusta trabajarlas.
Primero el cliente enumera las diferentes cicatrices que tiene y en qué situación se produjeron y, a continuación, se testa con kinesiología cuales están activas y cual es prioritaria para comenzar la corrección que consiste en:
• Identificar los sistemas energéticos (chakras, meridianos, sistema linfático, etc.) alterados y corregirlos con imanes.
• Tratar la cicatriz con aceites esenciales, cambio de temperatura e imán neutro.
• Identificar y liberar la memoria emocional traumática asociada a la cicatriz.
Es posible que, en una sesión, que dura aproximadamente una hora, se puedan trabajar varias cicatrices al mismo tiempo o consecutivamente, pero esto depende de lo que el organismo del cliente requiera, pues también se testa para identificarlo.
Mercedes A. Cadarso Sánchez
Terapeuta Energética y Emocional
www.terapiasenergeticas.org