Maya es un término de hondo significado. Todos estamos bajo la influencia de esta asombrosa prestidigitadora que es Maya y que, con sus hábiles trucos de ilusionismo nos atolondra, aturde y narcotiza. Es la maga, la demiurga que se cuela en nuestra mente y nos hace concederle importancia a lo que no la tiene y quitársela a lo que la tiene. Danza y danza en el origen de nuestra mente para confundirnos y así, de tal manera, intoxicarnos de forma que tomamos por esencial lo trivial y trivializamos lo esencial, perseguimos lo accesorio y banal y le damos la espalda a los sustancial; tomamos lo aparente por real y lo real por aparente. ¡Qué grande es su poder, que extraordinaria su magia! Hasta tal punto nos hipnotiza que incluso creemos que la muerte, la enfermedad y la vejez es para los otros y nunca llegará a alcanzarnos a nosotros.
Maya es muy misteriosa. Tiene la capacidad de alterar nuestro entendimiento para que distorsionemos y falseamos la percepción y la cognición, y así nuestras reacciones no son las idóneas. Equivoca a reyes y mendigos, a ancianos y jóvenes, a sanos y enfermos. Tal es su poder, tal es su capacidad para enturbiar la conciencia y perturbar nuestra visión con el polvo de la codicia, el odio, los celos, la envidia y la vanidad. Tiene un gran aliado llamado Ego. Hasta los más astutos sucumben a su magia, hasta los más santos a sus tentaciones, hasta los más lúcidos a sus juegos de luces y sombras o de espejos distorsionantes. La poderosa Maya, con su capacidad para fascinar, desviarnos del camino oportuno, oscurecer el entendimiento y alimentar todo tipo de autoengaños. Hasta al más inteligente se puede, en un momento dado, ofuscar; hasta al más vigilante, distraer; hasta el más claro de mente enturbiar. A veces su influencia es tal que puede arruinar por completo la vida de una persona, pues puede meternos en atolladeros, callejones sin salida, arenas movedizas. Hay que aprender a descubrirla y poder sustraerse a su influjo mágico.
En la mente, Maya celebra sus frenéticas danzas, y a cada giro nos muestra un rostro diferente. Sólo el que está muy alerta y despejado, firme en sí mismo, puede evitar ser arrastrado por el torbellino de su poder. Sólo la Sabiduría puede empezar a disiparla y esta Sabiduría solo brota cuando los velos de la mente, que Maya origina, comienzan a disiparse. Tales son el egocéntrico, el imaginativo y el proyectivo. Sólo debilitando el ego, refrenando la imaginación nociva y dejando de proyectar nuestros contenidos psíquicos, lograremos ir más allá de la espesa bruma que Maya perpetúa en la mente.
Maya es la causa de tantos apegos y aborrecimientos, de tanta dispersión neurótica, de tantos desvelos inútiles. Del mismo modo que el laberinto oculta su centro y pone todo tipo de trampas para no poder acceder al mismo, Maya despista una y otra vez a la persona y pone cebos en su camino que terminan por convertirse en anzuelos venenosos.
El mejor escudo para protegerse de Maya es el entendimiento correcto, la comprensión clara, el discernimiento puro que muestra lo que es (sin los velos egocéntricos, imaginativo y proyectivo). Eso es Sabiduría y la Sabiduría es claridad y compasión. Y de la meditación brota la Sabiduría. Por eso, un modo idóneo para abrir un canal de luz en la espesa niebla que Maya origina en la mente es la meditación, pues Maya también se alimenta del ego y la ofuscación, y la práctica meditativa se propone ver más allá del juego de espejos distorsionantes que Maya construye en la mente.
Cuando nos sentamos a meditar, tratamos de ir abriendo un pasadizo de luz en la densa niebla que Maya recrea en la mente. Maya es la actividad imparable, pero la meditación es el arte de detenerse. Maya es el pensamiento díscolo e incesante, pero la meditación consiste en frenar el pensamiento. Maya es la ofuscación, pero la meditación trata de reportarnos lucidez. Maya es el apego, pero la meditación nos va entrenando para ser más desprendidos e inafectados.
Pero de la mano de Maya hay que ir más allá de Maya. Que cada uno reflexione en ello y encuentre sus respuestas y siga sus caminos. Nadie sabe tanto de artimañas y trampas como Maya, pero el Ojo de la Sabiduría puede desenmascararla y robarle todo su poder. Maya es servidumbre; Sabiduría es libertad interior.
Ramiro Calle
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