Sólo cuando conecte con la paz de mi corazón seré capaz de transmitirla al corazón del otro.
La Paz Interior nos libera de las memorias y de las creencias con las que vemos el mundo que nos rodea. Cuando estamos en Paz ya no hay juicios ni inseguridades ni errores, sólo “mi Ser interior”.
Si permito que el estado de Paz se instale en mi corazón, me acompañará siempre.
Para poder alcanzar ese estado debemos aprender a vivir y aprovechar el momento presente sin juzgar las situaciones ni las personas que forman parte de nuestro día a día. Cuando nos pasamos la vida mirando hacia el pasado, recordando o lamentando lo que sucedió, culpabilizándonos o culpando a los demás, no podemos entrar en él.
Tampoco lo estaremos si no paramos de proyectar un futuro de deseos y objetivos que no conseguimos. La mente nos separa de ese estado de paz interior porque no nos deja disfrutar del momento presente.
Cuando estamos en paz, no queremos ni deseamos nada, ya lo tenemos todo.
Las frustraciones que generamos a través de nuestras expectativas insatisfechas, de las vivencias de combate con nosotros mismos y con los demás, nos llevan a una situación de sufrimiento que se refleja en dolor no sólo emocional sino también físico. Nuestras células son capaces de almacenar en sus membranas esas emociones y la respuesta que ha dado el organismo; cuando las vivimos de nuevo ya tienen un programa preestablecido que las dirige hacia la misma respuesta. Ese programa puede venir incluso de nuestros progenitores y ancestros, son patrones heredados que se encuentran en nuestro subconsciente y de los cuales ni siquiera nos damos cuenta.
Cómo podemos parar a nuestra mente es la pregunta que me hacen muchas personas cuando vienen a tratamiento metamórfico o a masaje celular.
Cuando utilizo el Masaje Celular mi trabajo consiste, principalmente, en escuchar al tejido, ya que las células que lo forman van almacenando información de todos los sentimientos que vivimos cuando no somos capaces de gestionar nuestras emociones.
Por ejemplo: cuando los sentimientos que nos dominan son la ira, frustración o cólera, en nuestro organismo se disparan dos neurotransmisores, glutamato y cortisol, que provocan la muerte de neuronas en una estructura del cerebro denominada hipocampo, que controla el miedo permitiendo que esa emoción se instale más fácilmente en nosotros. Sin embargo, cuando nos sentimos alegres y bien lo que se eleva en el organismo es la dopamina que nos hace sentir gratitud, alegría y aumenta nuestro amor, activándose la zona prefrontal izquierda del cerebro, estimulando a su vez el sistema nervioso autónomo parasimpático.
Se ha estudiado, en personas que hacen la Meditación de la Compasión, que el riego sanguíneo en la zona prefrontal izquierda aumenta, y el cerebro no sólo comienza a funcionar de forma distinta sino que se está reinventando. Entramos en una frecuencia cerebral Alfa que nos tranquiliza, mejora nuestra salud y aumenta la creatividad.
La ira, el resentimiento, la falta de sentido de la vida si se mantienen en el tiempo van a afectar al sistema cardiovascular produciendo hipertensión, colesterol y triglicéridos. Mientras que la alegría, la compasión, la serenidad y equilibrio, protegen al sistema cardiovascular gracias a que las aurículas del corazón segregan un neurotransmisor que protege de la hipertensión, reduce la grasa y tiene un efecto cerebral asociado a la paz y la serenidad. Se activa el sistema nervioso parasimpático aumentando la producción de linfocitos que nos ayudan a combatir a los virus y bacterias que nos ataquen.
Todo esto demuestra que hay emociones saludables y otras que nos enferman. Hace ya muchos años cuando empecé a estudiar terapias alternativas, mi profesor de kinesiología Holística siempre nos decía que no conocía ninguna persona feliz que desarrollara un cáncer.
En otros artículos he hablado de cómo el estrés mantenido nos enferma y que si no somos capaces de romper ese ciclo acabaremos rompiéndonos nosotros mismos.
Cuando una persona viene a tratamiento y me cuenta lo que le pasa, puedo indicarle si es mejor una técnica de trabajo u otra, empezar por la parte más física o por la emocional. A veces me dicen que no pueden cambiar su forma de pensar, que todo su cuerpo les duele, o no son capaces de tomar una decisión porque están bloqueados por el miedo a equivocarse, me doy cuenta de la lucha que viven en su interior entre los patrones que traen aprendidos desde la familia o las circunstancias que han vivido y, su propia conciencia que pugna por salir.
Nos pasamos la vida escuchando a la mente en lugar de escuchar al corazón. Cuando mente y corazón no van juntos perdemos nuestra coherencia y con ella la salud. Esto se ve claramente en las tensiones que se fijan en la espalda a la altura de las escápulas y en el cuello. Esa tensión nos habla de las cargas que llevamos encima, de la mochila que no soltamos.
Cuando trabajo con el masaje celular voy colocando las manos sobre toda la espalda, desde el coxis y sacro hasta terminar en la cabeza, escuchando al tejido y permitiéndole que se mueva, que libere esa memoria.
Sin necesidad de hablar la persona va entrando en una sensación de abandono y de liberación. A medida que viene a tratamiento nota que las tensiones cambian, lo que antes estaba en una zona puede cambiar a otra, es como ir levantando las capas de una cebolla hasta llegar al origen.
El terapeuta tiene que estar también relajado, entrar en su coherencia porque sólo en ese estado puede transmitirla a través de sus manos.
En los cursos siempre digo a los alumnos que en estas técnicas, tanto metamórfico como celular, es poner a trabajar al amor a través de las manos. De ahí la importancia de que el terapeuta haga ejercicios de paz interior y se sienta presente en el momento de trabajar, dejando la mente fuera y sintiendo la respiración. Sin implicarse en la historia de la persona, pero siempre con intención de ayudar.
¿Por qué es tan importante la coherencia? Hace unos años el científico Fritz Albert Popp investigó sobre los fotones (unidades de luz) que emite nuestro cuerpo y encontró que los individuos sanos que están en coherencia cuántica emiten menos que los que estaban enfermos de cáncer que estaban totalmente desorganizados y habían perdido esa coherencia.
Más tarde fue el Dr. Roger Penrose el que descubrió cómo viajan esos fotones a través del organismo, cuando se entra en coherencia se produce una explosión de luz que viaja a través de todo el cuerpo gracias a unas estructuras celulares denominadas microtúbulos, lo hacen a través de la sangre, llevando esa coherencia a todo el cuerpo y con ella el equilibrio.
Como todos estamos conectados, si yo, como terapeuta, entro en coherencia puedo ayudar a la persona a la que trate a que, poco a poco, entre también en coherencia.
Carmen Benito.
Directora del Centro de Bioestética Carmen Benito
www.carmenbenitobioestetica.com