“Si la Luna, en el acto de completar su eterno viaje alrededor de la Tierra, estuviera dotada de autoconciencia, estaría completamente convencida de estar haciéndolo de forma espontánea por la fuerza de una resolución tomada de una vez por todas. Así, un ser dotado de suprema intuición y más perfecta inteligencia, observando al hombre y sus actos, sonreiría a la vista de la ilusión humana de que actúa de acuerdo a su propia voluntad” Albert Einstein.
“Si la Luna, en el acto de completar su eterno viaje alrededor de la Tierra, estuviera dotada de autoconciencia, estaría completamente convencida de estar haciéndolo de forma espontánea por la fuerza de una resolución tomada de una vez por todas. Así, un ser dotado de suprema intuición y más perfecta inteligencia, observando al hombre y sus actos, sonreiría a la vista de la ilusión humana de que actúa de acuerdo a su propia voluntad” Albert Einstein.
Pertenecemos a un “ecosistema universal”. En este ecosistema hay espacios y formas. Eternidad y temporalidad. Vivir la vida en plenitud es desarrollar plenamente el conjunto de lo que somos. Desde el pensamiento sólo tenemos acceso a las formas temporales y desde el silencio tenemos acceso a lo eterno.
La forma temporal que somos, lo que llamamos persona, contiene inteligencia, realidad que pertenece al reino de lo eterno. Esa inteligencia que contenemos, a su vez nos contiene, aparecimos en ella y ahora seguimos en ella. La vida es una constante reproducción de inteligencia, todo lo que nace de la inteligencia, es inteligencia. Esto nos coloca a nosotros como seres inteligentes, capaces, a su vez, de crear inteligencia. La inteligencia de la que ahora hablamos, la infinita, va más allá de las palabras y de los pensamientos.
Limitar la Vida a pensamientos sobre la vida es esterilizar la experiencia, envasarla al vacío. Como una semilla en la bolsa, potencial infinito en estado latente que requiere penetrar profundamente en la tierra para comenzar su desarrollo.
Los pensamientos son formas temporales compuestas de lenguaje y memoria. No podemos pensar sin palabras y tampoco en algo que no haya formado parte de nuestra vida. Como todas las formas temporales, los pensamientos tienen un ciclo vital, nacen, se desarrollan y mueren. Quizás ésta sencilla reflexión nos ayude a ver de qué clase de inteligencia hablamos; los pensamientos que tenemos con 5 años son diferentes de los que tenemos con 55. Según varía y aumenta la experiencia, varían y aumentan los pensamientos. Sería válido decir que los pensamientos de una persona de 55 están más desarrollados que los de una de 5, ya que tiene 50 años más de desarrollo. El pensamiento se alimenta de tiempo y también es destruido por el tiempo. Pero si hablamos de la inteligencia, tanto el de 5 como el de 55 son iguales. Son todo lo inteligentes que pueden ser, siempre infinitamente inteligentes. Es obvio, pero quizás tanto, que ha pasado desapercibido.
La inteligencia de la que hablo aquí no tiene nada que ver con aprendizaje e información, va más allá del tiempo, va más allá de la persona. La inteligencia se está desplegando siempre en este momento, en toda su plenitud y en todas las cosas. Está aquí dando espacio a todas estas palabras. La inteligencia de la que hablamos ahora, es la fuente inagotable de vida por la que pasamos los seres temporales para experimentar aquello que nuestro aprendizaje y desarrollo requieran.
La inteligencia es la que diseña el master de tú vida, con una enseñanza siempre a la última, que se adapta a tus necesidades y con los mejores profesores para cada asignatura.
La persona es una forma temporal que aparece y desaparece en el campo de la inteligencia infinita. La palabra inteligencia, en este caso, se refiere a Eso que permite que aparezcas en la eternidad con una personalidad determinada durante un espacio de tiempo determinado.
No sólo estamos acogidos por la inteligencia, sino que estamos empapados en ella, llenos de ella. En el espacio de la inteligencia infinita que somos, el pensamiento es una pequeñísima parte. Magnífica facultad, capaz de conectar unos eventos con otros, narrar historias y construir formas temporales.
Para emprender el viaje de la percepción directa de la inteligencia, es necesario que nos demos cuenta de qué compone nuestros pensamientos. El lenguaje, que hace posible la comunicación y el pensamiento, y en el que tanto confiamos, no siempre es fiel a la realidad, sino que es una interpretación de nuestro pensamiento limitado y condicionado. Yo respiro es una afirmación falsa, sería más certero decir; la respiración sucede en mí. No vamos a cambiar la forma de comunicarnos eficazmente pero es conveniente darse cuenta de que el lenguaje es limitado, por lo tanto la comunicación y el pensamiento también. La realidad difícilmente se puede expresar con palabras.
Vamos a mirar algo: En este cuerpo que llamo yo, están sucediendo cosas constantemente que se escapan de mi conciencia y gobierno. Nunca hice latir mi corazón, hay latido en mí. Nunca regulé el tamaño de mi pupila, pero mi pupila se regula inteligentemente. Yo, lo que llamamos yo, en realidad no hace casi nada en comparación con todo lo que le está siendo dado. Comprender esto es vivir confiado.
Cuando la vida se construye sobre creencias, cuando la confianza está puesta en formas de pensamiento, hay siempre una profunda sensación de miedo e inquietud, la inteligencia que somos sabe que esas estructuras son frágiles y endebles y que fácilmente se caen. Cuando esto sucede, cuando se derrumba la estructura de creencias – formas de pensamiento fosilizado – en la que siempre has confiado desconfiadamente, no es raro sentir alivio y serenidad. Ya no tengo que luchar, lo verdadero siempre está a salvo, llegó la paz.
Una manera de entrar en el terreno de lo real, es sentarse cada día unos minutos en silencio a contemplar con atención todo aquello que se está haciendo a pensar tuyo. Te sientas, cierras los ojos y observas lo que sucede. Sin juicio, sin intención de cambiarlo, sin palabras. Ya sólo la intención de que nuestra vida se asiente en lo real y verdadero, nos acerca a la realidad y a la verdad.
El hecho de buscar un ratito al día para sentarte y no hacer más que observar lo que es, tal y como es, es haber cogido el camino hacia la experiencia directa de la vida, hacia mi desarrollo, hacia la expresión perfecta, única y creativa que soy.
Gabriela Rodríguez de Miguel Heredia
Sesiones gratuitas de contemplación
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