Palabras de oro de la Sabiduría de DIOS procedentes de la fuente eterna de la vida.
(Del libro del mismo título de la Editorial Gabriele)
¿Acaso no buscamos todos a Dios? Muchos dirán: Yo me pregunto si Dios existe. Y más de uno dice: Yo no creo en Dios. En el fondo, y hablando con sinceridad, todos buscamos la paz, todos buscamos la felicidad, todos buscamos armonía. Todos queremos que se nos quiera, y alguno dice: En la Tierra, en este mundo, no he encontrado nada de eso. De vez en cuando creí haberlo encontrado, pero cada vez era sólo un engaño. Sin embargo, hay uno que nunca nos engaña –es en verdad Dios, nuestro Padre celestial eterno. El amor del Padre es nuestra verdadera Existencia eterna; es nuestra vida. Muchos reconocen que sin Dios no hay nada de lo que existe y que cada uno de nosotros es Su hijo.
Muchos preguntan: ¿Qué es Dios? Muchos Lo buscan aún en lo externo, pero en algunos se va vislumbrando que sólo el ser humano puede ser el templo del Espíritu, que en él está Dios, la energía, la sustancia originaria de la vida; que detrás de la materia, detrás de todo lo vivo que se puede ver ,obra la fuerza, la energía originaria, Dios. Muchos intuyen que el Todopoderoso no está lejos de nosotros, que no vive de forma inaccesible en regiones lejanas, sino que es la fuente verdadera en nosotros, la verdadera vida.
Un pecado que sea más grande que el amor de Dios no existe. El amor de Dios es inagotable. Por eso no existe en ninguna parte un lugar donde las almas se consuman eternamente, o sea que no existe ninguna condenación eterna. Si en el infinito hubiera un lugar donde las almas, en el ardor de su culpa, tuvieran que sufrir torturas eternamente, entonces el pecado, es decir, la culpa –no importa el grado de intensidad que tuviera– sería más grande y más poderoso que el amor de Dios.
Dios es el amor. A su vez este amor se puede sentir y recibir sólo en el amor del ser humano a Dios. Entonces se abrirá la consciencia. Cada vez pensaremos menos en nosotros, en nuestro amor a nosotros mismos, que es el amor propio; seremos portadores energéticos del amor y sentiremos lo que significa la unidad, pues entonces se ensanchará el horizonte y experimentaremos, veremos y sentiremos que el amor que reina en todo está en el firmamento, que el amor que reina en todo está sobre la madre Tierra y en su interior, en cada animal, en cada planta, en cada piedra, y en cada persona. Si somos conscientes de esto, sentiremos entonces lo que es unidad y nos avergonzaremos de pensar siempre sólo en nosotros mismos.
Puesto que en nuestra vida todo se hará llevadero sólo para aquel que tenga la certeza, la certeza de vida que es Cristo en él. Sólo entonces sabrá que la fuerza todopoderosa del amor y de la sabiduría le sostiene y acompaña. Cuando eso sea una certeza, pensaremos cada vez menos en nosotros. Nuestra consciencia se abrirá y sentiremos lo que es el amor universal.
¡Aprendamos esto mientras miramos a los animales a los ojos!
Aprendámoslo mirando el firmamento y sintiendo que el poder y el amor universal de Dios reinan de la misma manera en nosotros.
¡Sintamos la pulsación de la naturaleza, el latido de la madre Tierra!
¡Aprendamos! Nunca acabaremos de aprender hasta que no nos hayamos convertido en seres perfectos. Solo entonces notaremos que Dios es omnipresente y que Dios es amor. Así, cuando estemos en un estado de excitación queriendo imponer algo, no llamaremos más a Dios, sino que nos avergonzaremos de que seamos así como Dios no quiere que seamos.
El amor de Dios en ti es más grande de lo que puedes pensar, es decir, de lo que puedes comprender.
Partamos de la base de que Dios es lo bueno de forma ilimitada. En lo profundo del alma somos creación de Dios, Sus seres divinos, y con ello la ley del amor, que es buena. Con el alejamiento de Dios se formó el pecado. Con el hecho de pecar permanentemente en pensamientos, palabras y formas de comportamiento surgió, dicho de modo global, lo malo.
Lo bueno y lo malo nunca pueden ser uno. Ambas corrientes de energía son básicamente diferentes. Por el contrario, el amor y la libertad son uno, porque son divinos y no son de naturaleza humana pecaminosa. Por eso se puede decir que «todo el esplendor del mundo» es humano pecaminoso y por ello perecedero.
Extracto del libro “Palabras de oro de la Sabiduría de DIOS”
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