Hay un conocimiento que está más allá del conocimiento ordinario. Todos los místicos de la India han insistido en ello desde tiempos muy remotos. Enseñanzas sobre ese conocimiento oculto o conocimiento de orden superior y perenne, se han transmitido desde la noche de los tiempos y en todos los lugares del planeta. Se trata de un especial saber o conocimiento que surge allende el conocimiento ordinario y que puede responder experiencialmente a interrogantes que no logra contestar el saber común, sea éste libresco, erudición, cultura filosófica o metafísica.
Ese conocimiento que no está basado en la lógica ni en los pares de opuestos o pensamiento binario, sino que halla su origen más allá del discurso mental y conceptual, es el verdaderamente transformativo y liberador. El pensamiento conceptual o binario lo logra captar, lo que está más allá del concepto y que podemos llamarlo, para evitar otras connotaciones, lo Incondicionado. El que se establece en lo Incondicionado es un despierto o liberado-viviente. La mente ordinaria no puede aprehender lo Incondicionado. Se estrella contra las apariencias y se deja aturdir por lo superficial. A veces, fabrica un amasijo de opiniones que, en lugar de liberar, encadenan. Se trata de la mente egocéntrica, absorta en el laberinto del gusto y del disgusto, de los supuestos, juicios y prejuicios. En el viaje a los adentros esa mente es inútil, y querer servirse de ella es como hablar del hijo de una mujer estéril.
Es en la mente profunda, quieta y silenciosa (la no-mente), no egocéntrica, donde puede hallarse ese sentimiento de unidad e inespacialidad que transporta al aspirante a otra dimensión de entendimiento o captación supramental. Pero en tanto uno está atrapado y acaparado por los fenómenos de la vida cotidiana y todos sus multivariados espejismos, frenada la energía de la intuición, se continúa siendo víctima de la avidez y la aversión y cerrando el camino de la percepción de lo supramundano.
Para los místicos de la India, lo Absoluto es personal y transpersonal, o dicho de otra forma, es lo transpersonal que, aparentemente, se individúa. Lo Incondicionado está dentro y fuera de uno, pero hay que acceder a Ello en uno mismo, en este laboratorio viviente que somos. La experiencia directa de lo Incondicional es tan reveladora como capaz de modificar al individuo en lo más hondo. Ahí se produce el verdadero “segundo nacimiento”. A ése Incondicionado le denomino en mi relato espiritual “EL FAQUIR” el Vacío Primordial, pues como decía San Bernardo “Él es”, pero nada más se puede decir. El gran místico renano Eckhart declaraba: “Debes amar a Dios, como no Dios, no Espíritu, no persona, no imagen; debes amarlo como es, puro Uno absoluto, separado de toda dualidad y en quien debemos, eternamente, hundirnos de nada en nada”. Ese ser de todas las cosas o vacuidad de todo lo existente, esa realidad primordial, esa energía que todo lo anima y es el proceso cósmico mismo, es lo que los yoguis denominan “la naturaleza real” en la que quiera instalarse, desligándose de envolturas como el cuerpo, la mente o las emociones.
Mediante el sadhana o adiestramiento espiritual, se ponen las condiciones para que la mente pensante cese y se revele la luz del Ser. En el silencio del silencio de la mente (el núcleo del núcleo de los sufíes, abstrayéndose a lo fenoménico, puede encontrarse un “ojo de buey” al Infinito, que otorga la experiencia de la bienaventuranza y la unidad o el Uno-sin dos.
No cabe la menor duda de que el pensamiento ordinario y la mente conceptual son indispensables en muchas parcelas de la vida fenoménica, pero en el viaje hacia adentro y el descubrimiento interior, son insuficientes. Hay ejercicios de meditación para que, mediante la inhibición del pensamiento, se desvele y revele lo que está más allá del mismo. Hay un estado mental que los yoguis llaman Nirmanikala o Mansión del Vacío. Quien visita esa Mansión ya no vuelve a ser el mismo y está en el mundo sin ser del mundo.
Mi buen amigo Jesús Fonseca dice que soy un empedernido amigo de la Nada y, a veces, como el gran poeta y místico que es, ha compuesto sugerentes coplillas en este sentido para mí. Cuando el buscador espiritual comprueba que el pensamiento ordinario no es la puerta para acceder a la Mansión del Vacío, tiene que rendir el ego y hacer nasa con esa nada para poder realmente ser o no-ser. Se cumple aquí esa ley eterna que reza: “Al no ser es que eres”. Pero sólo lo semejante conoce a lo semejante y en esta dimensión de lo supraconsciente o supramundano, sólo el que ha obtenido la experiencia de ser y no ser puede reconocer a su igual.
Mientras tanto es mejor callar, guardar el noble silencio al que se refería Buda, refugiarse en la reconfortante cueva del corazón y seguir en la larga marcha de la autorrealización. Y una vez más compartir con el lector que el mejor consejo que me dieron nunca es “MEDITA”, porque la meditación, aseguraba Babaji Sibananda de Benarés, es el camino directo hacia lo OTRO.
Ramiro Calle
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