El Nacimiento del Niño Dios y el simbolismo del pesebre

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 “A partir del nacimiento del niño Dios existe una naturaleza divina que nace en nosotros la cual tenemos que comenzar a atender” 

El pesebre es el lugar en donde las emociones humanas viven y se alimentan, los animales son estas emociones humanizadas. En ese lugar es en donde nace el Amor de Dios, y cuando nace llega la Luz a la vida de las personas.

En esa cueva, en esa caverna, en ese lugar oscuro en donde los animales se cobijan, viven y se alimentan, en ese mismo lugar es donde nace el Amor puro de Dios. Nace a partir de que se hace presente en nuestra vida el Espíritu Santo, cuando vivimos el amor de una manera pura y nos abrimos a esto.

Como todo recién nacido es frágil. Para que no llegue a sufrir daño hay que poner un orden dentro de esa cueva.

Jesús nació en un pesebre, sobre la pastura de la cual se alimentaban los animales. Sus padres amorosamente lo trajeron al mundo y cuidaron que los animales no se acerquen a alimentarse. Si no hubieran actuado así los animales podrían haber dañado al niño.

Tenemos que estar atentos a tener un control sobre nuestras emociones para que éstas no quieran acudir, como siempre, a la facilidad de tener la pastura disponible y preparada, que es la naturaleza conocida por todo hombre.

A partir del nacimiento del niño Dios existe una naturaleza divina que nace en nosotros la cual tenemos que comenzar a atender, y también poner un orden en la naturaleza humana a la que por costumbre, por tradición, seguimos siempre. Cuando nace la naturaleza divina hay una Luz que desciende del Cielo e ilumina esa cueva. Es el Amor de Dios que desde las alturas está llegando a nuestra vida. Es una estrella que nos guía cuando seguimos el corazón.

En el corazón está presente esa estrella que nos conduce, en nuestra vida personal, al nacimiento del Cristo interno, al Amor de Dios que está presente en nuestra vida.

La historia presenta el nacimiento y el pesebre como algo que aconteció en la vida de Jesús, que ciertamente así fue. Pero a través de Jesús, el Padre manifestó en la carne lo que debe suceder en la vida y en el corazón de cada uno de sus hijos, de cada uno de nosotros.

La realidad es que, en la mayor parte de las personas, el corazón es una cueva en donde las emociones viven y se alimentan de lo más bajo que hay en el mundo. Tenemos que salir de esto, porque nutre en nosotros lo más bajo. 

El pesebre en nuestra vida

El nacimiento de Jesús fue un hecho concreto hace dos mil años. Se puso a la vista de toda la humanidad lo que debe acontecer en el corazón de cada uno, en lo íntimo, en comunión con Dios.

Cuando nace el niño Dios en nuestro corazón, nuestra vida cambia. Ya no vamos a sentir la necesidad de estar junto a muchas de las personas con quienes compartíamos cosas que estaban en relación con los animales que vivían dentro de cada uno de nosotros, de esas emociones bajas que se manifestaban porque no estaba esa Luz presente en nuestra vida.

Hace dos mil años todos los pastores y hasta los propios animales que había alrededor se acercaron a reverenciar al niño con respeto. Cuando nace la Luz de manera pura, por la presencia del Espíritu Santo en nosotros, es que la naturaleza baja e inferior se rinde y se entrega ante ese nacimiento de la Luz en nuestro interior. Para que esto se produzca tiene que haber una intención y una decisión.

Si pasamos la vida y los días haciendo de ella lo que queremos, difícilmente nazca en nuestro Corazón, por gracia de Dios y del Espíritu Santo, el Amor puro del Padre. En realidad no hacemos nada para que eso ocurra.

El Amor nace en la medida que nos entregamos en sus manos.

Esto está enunciado para la vida de todos, porque todos somos a Imagen y Semejanza del Creador.

El amor debería hacerse presente en nuestra vida como Luz y de esa manera la Tierra comenzaría a brillar en el Universo como debe ser.

La estrella de Belén

Hay muchos símbolos en el pesebre. Aquella estrella no era una estrella, sino que era y es una entidad espiritual del reino Angélico.

En el reino Angélico hay muchas Jerarquías, los hombres conocen Ángeles, Arcángeles, Querubines, Serafines, pero hay muchas más. La mayor de todas las Jerarquías es la que se llama Estrella. Tienen su propio Cielo. Dentro de ese firmamento Angélico quienes más brillan son las Estrellas, así como en el nuestro, cuando miramos por las noches hacia el cielo, lo que más brillan son las estrellas. Brillan más en el Cielo estos seres, estos Ángeles con estas jerarquías, por su antigüedad en la Creación, y por el tiempo que hace que están presentes. Ellos vieron nacer Sistemas Solares y Universos, son los más antiguos. Uno de esos seres, una Estrella, uno de estos Ángeles es el que guió a los reyes y a los pastores. Ese ser era quien los iba guiando y quien se detenía en la medida en que ellos se detenían. No salieron el día antes, lo hicieron con meses de anticipación a caminar y a buscar. La Estrella se detenía cuando ellos lo hacían, a la espera de que continúen su marcha.

Esta Estrella es un ser, no desapareció hace dos mil años, los Ángeles no mueren, todos esos seres están presentes.

Las personas deberían abrir su corazón. Muchas sienten como una realidad la presencia del Ángel de la Guarda, y así es. Lo que tiene para transmitirnos es la Voluntad del Padre, y está mediando entre Él y nosotros. Podríamos tener un contacto directo si lo atendiéramos.

El nacimiento del Cristo interno

Cuando nace el Cristo en nuestro corazón es el momento en que el Maestro aparece, y es cuando el discípulo está preparado.

Cuando nace ese amor puro, muy pequeño, frágil, necesitando de atención, es cuando el Maestro aparece, porque es el momento en que necesita que se haga presente para poder acompañarlo en su crecimiento.

«Cuando el discípulo está preparado el Maestro aparece».

El discípulo está preparado en el momento en que su Cristo interno nace, no es algo que uno pueda elegir. No hay una técnica ni camino humano que nos conduzca a esto mágicamente. Hay que ir abriéndose a vivir con más amor, haciendo un esfuerzo para que esto sea posible en nuestra vida.

Es el Padre quien estimula ese nacimiento en nuestro interior porque nos ve dispuestos a atender ese amor que ha de nacer. No nace a la fuerza o por imposición, sino que lo hace como consecuencia de la disposición que nosotros tenemos para cambiar nuestra vida.

Empecemos a poner más amor en todo lo que hacemos y el Padre nos verá dispuestos a producir un cambio en nuestra vida. Cuando Él nos vea dispuestos a enfrentar lo que se presente para seguir adelante en ese camino de Luz y de Amor, hará Su parte, porque nunca nos abandona.

El camino que conduce al Padre es el del Amor, así se expresó hace dos mil años.

Su Amor está presente en nosotros, hay que llevarlo a la práctica en la vida diaria.

Daniel Ferminades
www.impulsodeunanuevavida.org

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