Los caminantes del desarrollo personal pueden hallar en él una fuente de paz, inspiración y plenitud. Todo ser humano debería – en nuestra modesta opinión – dedicar energía, tiempo y espacio a conocerse y auto liderarse. Salir de las programaciones automatizadas que nos hemos montado para adaptarnos y sobrevivir que implica parar, tomar conciencia y generar una nueva ruta vital. Somos responsables de nuestras decisiones y camino. El proceso de individuación ineludible que todo ser maduro ha de llevar a cabo se comparaba en la mitología con los trabajos de Hércules, una serie de pruebas en los que, paso a paso, el protagonista deja de sentirse el centro del universo, cultiva un ego de bajo consumo y recupera su mejor versión (su “divinidad”).
A la vez, un camino que anhela el continuo crecimiento puede ser una sutil trampa, una compleja tela de araña en la que se puede terminar atrapado por un sinfín de cursos, conferencias, webs, libros y por una interminable lista de temas “pendientes por saber. – Claro… sin haber ido a este curso no estoy preparado, sin haber transitado por esta experiencia pasa lo que pasa… y así estoy. En lugar de conectar con la plenitud, de repente, nos vemos involucrados en una incansable carrera sin final, en una continua sensación de carencia, de no estar completos, de necesitar más, más y más. ¿Qué estamos haciendo? ¿Con qué nos estamos conectando?
La voracidad de información y de acción es una entretenida ilusión (patrocinada por gran parte de la sociedad, por cierto). Ese saber, saber, saber, ese hacer, hacer y hacer nos puede llevar a situaciones francamente caricaturescas y, sin darnos cuenta, estamos llevando a cabo continuas huidas hacia adelante. Nos llama mucho la atención que un gran número de alumnos y alumnas del curso intensivo de verano, pasados los primeros 5 días, cuando están inmersos en el profundo trabajo de desprogramar patrones internos e ir hacia adentro, estén ya preguntando: – ¿Qué más puedo hacer el año que viene? ¿Qué tal el curso de oratoria? ¿? Qué más aprender, qué más hacer, más, más y más… ¡QUIERO MAS!
Aparentemente, en contra de nuestro propio negocio , estamos convencidos de que el universo nos quitaría “puntos para la batidora celestial” si no detuviéramos, cariñosamente, ese impulso ávidamente compulsivo y evasivo con una sonrisa y un sencillo mensaje: céntrate en lo que estás haciendo, práctica lo que has aprendido, asimila, digiere, reflexiona, siente, escribe y luego… ya te plantearás que más hacer. ¡Déjate en paz por un rato! ¡estate en lo que estás viviendo que es suficiente!
¿Por qué nunca tenemos suficiente? Como decían Les Luthiers en uno de sus espectáculos “la sabiduría me persigue, pero yo corro más” y es que, en estos tiempos, donde los cursos y la información son tan accesibles, la tentación de ir hacia afuera para anestesiarnos o súper estimularnos es mucho más atractiva que ir hacia adentro para despertar, para aceptar amorosamente lo que hay, para reprogramar desde un lugar más centrado, quieto y profundo.
¿Has caído en la falsa ilusión de que la abundante cantidad de información te dará la felicidad? Buscamos respuestas, consuelo, paz… Sin embargo, hacer y hacer desde la sensación de inconsciencia y carencia, hacer desde la convicción de que siempre nos falta algo más es, sencillamente, dar vueltas y más vueltas como un hámster en su jaula, tan enganchado en su tarea que ni siquiera advierte si la jaula llega a estar abierta. Así nunca se cultivarán valiosas perlas de sabiduría para tu cofre de certezas, sencillamente, pasaremos ligeramente por encima de las cosas pues hay que ir rápidamente a por algo nuevo, queremos algo distinto, ha venido un nuevo gurú a la ciudad… tal vez ya sea tiempo de desenganchar ese cansino bucle porque nos está distrayendo. Nos esta distrayendo de lo realmente esencial e importante, de lo que realmente somos, pues tú, ¡sí, tú! eres mucho más que eso.
El de voluntarismo y empeño genera círculos ridículos en los cuales, en lugar de disfrutar y tomar conciencia, nos auto imponemos una serie de presiones no necesarias, vivimos culpas y remordimientos de miras muy cortas cuando no podemos llegar a todas las conferencias, webinars y libros que están de moda para estar “al día”. Y ahora sinceramente ¿estás metido en el bucle como el hámster?
Otro síndrome de cursillista profesional puede ser el ciego empeño en matricularse como si fuera la última oportunidad, una última cantimplora del desierto, pasando por encima de lo que la vida está trayendo a gritos. Y es que la vida es, en realidad, la mejor universidad: brinda una cantidad impresionante de oportunidades de aprendizaje. Sin embargo, a veces no las aceptamos ni aprovechamos plenamente a pesar de que se presenten con enormes rótulos luminosos. Y en situaciones que se nos llama a parar la marcha me meto en este interesante máster anual que requiere leer, escribir, ir, volver… si necesito tiempo para la familia me voy dos fines de semana al mes… la voracidad, a veces nos hace ciegos a lo que realmente necesitamos. Bienaventurados los que se ríen tiernamente de sí mismos porque siempre tendrán razones. Supongo que todos hemos caído en esto, de hecho, nosotros, no hace mucho tiempo, enseñamos lo que necesitamos aprender.
Si algo de lo que se está contando te resuena, es tiempo de hacer silencio y comprometerse a parar y emprender tan sólo viajes épicos en los que demos el todo por el todo y no sean una cosa más, donde muramos para volver a resucitar, donde toquemos el dolor que no nos atrevimos a mirar de frente, la belleza interior que esquivamos para ser eficientes, los anhelos de un alma ardiente. Menos, es más.
Hay otros momentos en los que es preciso decir hasta aquí, salir de tu casa e irte a un lugar de crecimiento para buscar quien eres y cambiar. Los cursos intensivos favorecen esta experiencia pues dan pie a cambiar hábitos mucho más fácilmente que estando en el entorno habitual. Si de verdad quieres cambiar y entrar en un viaje de transformación anímate a parar de verdad, a concederte una pausa, a permitirte un espacio y a dejar de correr para estar en ti y observar, para entregarte al proceso como si no hubiera un mañana, para sentir tu cuerpo, tu alma, para explorar y darte cuenta de qué está pasando realmente, de cómo te lo montas para ser feliz o infeliz.
Y tanto en el curso como en la vida, déjate en paz, suelta un poco, encuentra un sano y ecológico equilibrio entre el hacer y el ser. Tal vez te des cuenta de que sabes más, mucho de lo que crees, tal vez puedas decir sonriendo: es suficiente.
Nos gustaría terminar con un extracto de un bello poema de un gran amigo: Luis Bueno en su libro “Vive, aunque el viento despeine tus sueños”. Condensa todos nuestros buenos y sinceros deseos para todos y cada uno de vosotros, peregrinos buscadores de la verdad, la paz en el mundo y la plenitud. Esperamos que vuestros anhelos de crecimiento os lleven a Itaca, a disfrutar, a crecer en los viajes desde el agradecimiento, la plenitud, la celebración y el consumo responsable.
OJALÁ
Ojalá te encuentres en lo que buscas, y así puedas sentirte acompañad@ para poder compartir, ilusionar, crecer, vivir…
Ojalá puedas viajar a donde sueñas para descubrir gente de corazón como tú, y ojalá puedas llegar a entender que la sonrisa habla todas las lenguas y que el llanto se entiende en todas partes.
Ojalá encuentres un equilibrio tranquilo entre lo que persigues con pasión y lo que la vida te entrega calmadamente.
Ojalá algún día tomes conciencia plena de que lo que buscabas apasionadamente, disfrazado de deseos, parejas, viajes, cursos…. era a ti, aunque tu urgencia te impedía verte.
Salud y paz.
Gustavo Bertolotto
Instituto Potencial Humano
www.institutopotencialhumano.com