Cómo vivir la noche más oscura del alma

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Entrar en una noche oscura del alma es sentir que se ha tocado fondo, que el dolor que nos embarga es difícil de soportar y pensamos que estamos solos y abandonados. Pero, si somos conscientes de que el dolor es el gran maestro, podemos alcanzar a ver la gran sabiduría que hay tras esa lección de vida.

En ese momento podemos elegir entre dos caminos: dejarnos atrapar por la mente que sólo nos muestra lo malo de todo, desesperándonos y entrando en el sufrimiento; o, romper con la mente y dar un gran salto de fe sabiendo que esa es la lección de vida para la que durante tanto tiempo fuimos preparados.

No podemos dejar que el dolor y el sufrimiento que nos producen las pérdidas o los desengaños sigan sin resolverse, porque las heridas que no se cierran pueden llegar a quitarnos la salud o el amor de aquellos a los que más queremos, dejándonos anclados en ese estado, sin ser capaces de perdonar para seguir avanzando.

El dolor del alma nos daña en lo más profundo, pero también puede ayudarnos a sacar nuestros mecanismos de defensa. Tenemos una herramienta muy útil que, en ocasiones, sólo se puede poner a trabajar en los momentos extremos.

Esa herramienta es la Fe: creer contra toda creencia, sentir que no estamos solos, que hay un Dios, Divinidad, Universo, Mente, Conciencia o la Vida misma, que sabe lo que sucede y a la que podemos pedir ayuda para no caer en la desesperación absoluta. Desesperar es “no esperar”, y cómo vivir una vida sin esperanza.

El corazón sabe que hay un puente entre la Conciencia del Universo y nuestra propia conciencia, ese puente se sustenta en la entrega absoluta y la fe, las únicas capaces de guiarnos para descubrir a Dios dentro de nosotros, dándonos cuenta de que todo el sufrimiento que vivimos lo hacemos porque podemos aprender de él.

En la noche oscura del alma, son esa oscuridad y ese silencio absolutos los que nos hablan desde lo más profundo de nuestro Ser. Cuando sentimos que hemos tocado fondo sólo hay un camino: tomar impulso para salir a la superficie. Por tanto, nos abre las puertas a todo lo posible y nos da la fuerza para encontrarnos desnudos con nuestra propia esencia, lo que somos realmente, y la transformación a la que podemos o queremos llegar.

Alejar el miedo no es huir de él, es saber que está ahí pero no es quien tiene la fuerza. La fuerza del crecimiento del Ser de Luz que somos sólo la tiene el corazón. Él es nuestro hogar, el que permite experimentar el Gozo de volver a estar en casa.

Podemos estar en paz y serenos y al mismo tiempo sentir en nuestro interior la gran batalla de la vida. No permitas que se convierta en un combate contigo mismo.

No hay respuestas, sólo hay silencio porque nada es importante. Todo es una preparación para lo que vendrá, de escuchar a nuestro corazón dependerá como sea ese aprendizaje.

En este último mes he tenido la experiencia de comenzar a tratar a tres personas, cada una atravesando esa noche oscura a su manera. Han venido a tratamiento de masaje celular o de reflexoterapia podal, porque no saben cómo gestionar todo lo que les ha sucedido emocionalmente y que los ha llevado a problemas de salud graves, bien del sistema digestivo, de fibromialgia o ansiedad.

Hablando con una de ellas, le comenté que estaba leyendo a los místicos, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús porque estaba escribiendo este artículo sobre la noche oscura del alma, y se sorprendió mucho porque ella siente que eso es lo que está atravesando en este momento de su vida. Lo más curioso es cómo me ha encontrado, dos días antes de pedirme cita descubrió en una librería mi libro “El Guerrero de las Diez Lunas” y al abrirlo al azar, leyó lo que ponía en esa página, sintió que esas eran las palabras que necesitaba escuchar en ese momento. Se compró el libro y empezó a buscarme dando la casualidad de que vivía en Madrid y hacía terapia, así que me pidió cita.

También está leyendo a los místicos y en su búsqueda ha conocido el trabajo de otros autores que hablaban de la noche oscura como la pérdida de la unión con la conciencia única para volver a una vida convencional, y los que cómo los místicos intentan encontrar la esencia divina dentro de nuestra propia alma y de ese modo establecer la unión con Dios.

Cuando me suceden estas coincidencias tomo mayor conciencia de que si buscamos desde lo más profundo de nuestro corazón pidiendo ayuda, la vida nos pone en contacto con las personas que nos pueden guiar en este momento.

Si estamos preparados, vemos todas estas circunstancias no como algo casual sino como el gran camino en el que todos estamos entrelazados y conectados, donde los corazones de muchas personas se van uniendo para que todo sea más fácil.

Trato de cambiar la forma de ver la vida y la desesperación en las personas a las que estoy tratando, ese es el camino para disminuir el dolor físico que ya se ha establecido en su cuerpo. Sólo liberándose de los pensamientos negativos, de la carga de frustración y enjuiciamiento hacia los demás, puede ir poco a poco disminuyendo el dolor, pues lo que sienten es su alma es lo que se ha trasladado a su cuerpo. Las heridas que no han cicatrizado provocan desequilibrio, tanto en el sistema inmunológico como en el endocrino, si esto se mantiene en el tiempo da lugar a problemas de asimilación por parte del intestino, de irritación en el colon y úlceras. Nuestro sistema digestivo es nuestro segundo cerebro, por lo que los neurotransmisores que producimos en esa situación de sufrimiento le van a afectar muy severamente. También puede aparecer fibromialgia con dolor e inflamación en todo el cuerpo.

¿Cuál es la verdadera receta para poder transformar ese dolor? Sólo hay una: el amor, pero cuando hablo de amor no me refiero sólo a un amor hacia nuestra familia o amigos, de los que podemos pensar en ese momento que, justo cuando más los necesitamos, ni siquiera están ahí. Es el amor profundo que alberga nuestro corazón y que nos ayuda a ser capaces de ver todo lo que se nos ha regalado, en lugar de ver sólo lo que no tenemos o hemos perdido y a lo que permanecemos apegados de forma insana.

En nuestra capacidad de amar se basa nuestra curación, porque cuando amamos perdonamos y transformamos todo, sanamos las heridas y encontramos la divinidad en nuestra propia alma.

Al amar desde lo más profundo del Ser somos capaces de bendecir y agradecer a la noche oscura que nos ha traído hasta aquí, para encontrar la fuente de nuestra sabiduría interior, comenzando a sanar las heridas.

Hace poco leí un artículo sobre la técnica japonesa para arreglar la cerámica rota llamada Kintsugi. Esta técnica repara la cerámica dañada utilizando mezclas de resina y oro, esto le da al objeto más valor incluso que el que tenía antes de romperse. La filosofía del Kintsugi nos habla de que un objeto roto es más fuerte cuando se ha reparado. Por eso cuando algo se ha roto en nuestro corazón necesitamos restaurarlo con amor y paciencia para salir de la experiencia reforzados, adquiriendo una sabiduría que antes no teníamos.

Carmen Benito
Licenciada en Biología. Diplomada en Terapias Manuales.
Directora del Centro de Bioestética Carmen Benito.

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