¿Te has preguntado alguna vez por qué enfermamos?,¿qué origina los malestares o dolencias que surgen en tu cuerpo?, ¿por qué tienes tendencia a padecer una u otra dolencia?
La enfermedad surge en nuestro cuerpo como una alerta, un aviso. Nuestro cuerpo físico nos está intentando avisar de que algo no funciona, de que hay algo importante a lo que no estamos prestando la suficiente atención.
Reflexiona un momento, ¿cuál es tu reacción cuando te levantas con dolor de cabeza? La mayoría de las personas, ante el malestar, corre a buscar un calmante, desoyendo a su cuerpo. ¿Qué pasaría si en lugar de eso nos preguntáramos qué es lo que realmente necesitan nuestros cuerpos físico, emocional y mental que no les estamos dando?
Lo cierto es que en la respuesta a esta pregunta se encuentra nuestra principal fuente de salud: al escuchar a nuestro cuerpo y atender a sus necesidades alejamos la enfermedad.
En nuestro cuerpo físico encontramos el reflejo de nuestros cuerpos emocionales y mentales. Así, heridas de los planos mental y emocional que podrían pasarnos desapercibidas, se hacen evidentes. Podemos ignorar durante años una herida en nuestro cuerpo emocional, sin embargo, seremos incapaces de ignorar un dolor físico.
En ambos casos, sin embargo, el hecho de ignorar ese malestar o necesidad sólo conseguirá que ésta se haga más grande, que cobre más fuerza.
En cambio, al detectar la dolencia y preguntarnos a nosotros mismos cuáles son nuestras verdaderas necesidades, conseguimos, por un lado, ir a la raíz del problema, solucionar la causa de la enfermedad, no sólo el efecto; por otro lado, generamos una energía con un gran poder curativo, la energía del amor hacia nosotros mismos.
De hecho, si únicamente viviéramos con una mayor consciencia de qué es lo que queremos y necesitamos en cada momento, conseguiríamos mejorar considerablemente nuestro estado de salud.
Lise Bourbeau, autora del libro “Escucha tu cuerpo, es tu mejor amigo en la tierra” y fundadora de la escuela de crecimiento personal Escucha tu cuerpo, explica cómo su vida empezó a cambiar en el momento en que decidió escucharse más.
Decisiones tan cotidianas como qué comemos, en qué momento lo hacemos, si hacemos o no un favor a un amigo…, condicionan nuestra salud física, emocional y mental. Cuando aprendemos a preguntarnos qué es lo que de verdad nuestro cuerpo necesita, empezamos a vivir con mayor coherencia, empezamos a ser más felices y, sobre todo, a contar con un mejor estado de salud.
Al conocernos y escucharnos, al mostrarnos el respeto que merecemos, aprendemos también a decir “no” cuando es necesario, a no aceptar en nuestra vida aquello que no nos hace bien.
Automáticamente alejamos de nosotros nuestras fuentes de preocupación, de tensión, de malestar… Conseguimos un mayor equilibrio y nuestro cuerpo físico responde en consecuencia.
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