¡Qué horror! Me he dejado el móvil en casa

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El estilo de vida moderno nos obliga a estar enganchados al móvil: correos, llamadas, mensaje, redes sociales y cientos de notificaciones diarias, nos hace mantener los ojos fijos en una pantalla. En cierta medida, dependemos del aparato; si alguna vez te has dejado el móvil en casa, seguro que has sentido esa sensación de vacío y pérdida inmediata; hasta el punto de que puedes querer volver a buscarlo. Desde esta perspectiva, un objeto que simplifica la vida se convierte en un peso extra ¿Existe alguna otra cosa que te genere este enganche? ¿Hay algo más que te robe la libertad? 

El problema no es el objeto, sino el apego

Los seres humanos tenemos la tendencia a buscar satisfacción inmediata. Buscamos actividades que nos generen un estímulo positivo, una recompensa inmediata. Por eso es por lo que los juegos de apuestas y casinos tienen tanto éxito, por eso es por lo que nos enganchamos al móvil. 

La interacción social (un me gusta en una red social, por ejemplo, o un retweet) es una forma de obtener una recompensa inmediata, lo mismo ocurre con las aplicaciones y juegos. Estamos a la caza de esa dosis de dopamina que nos produce la aprobación del otro o ganar un nivel de un juego. Pero esto también ocurre con otros estímulos: la comida, el cigarrillo, relaciones tóxicas, entre muchos otros.

Y está bien buscar ese golpe de dopamina, esa pequeña satisfacción inmediata; pero ¿te has puesto a pensar si dejas algo más de lado? Muchas veces vamos con los ojos en el móvil, pensando en la conversación que tenemos en el chat y no miramos a los lados, a la gente con la que compartes el espacio, los lugares por los que transitas a diario y que podrían darte alguna sorpresa agradable. Puedes perderte momentos especiales o importantes, sólo por tener la mente en otro lugar. 

Es cierto que el móvil te mantiene híper- comunicado, que incluso puede hacerte socializar y conectarte más con las personas que quieres, pero puede hacerte olvidar vivir en el aquí y el ahora, en el presente. Asimismo, eso que te roba las alas, que te engancha también puede traer muchos beneficios, sólo no te permite estar verdaderamente presente en tu vida, disfrutando el momento a plenitud y con todos tus sentidos. Siempre estás pensando en jugar, en comer, en encender otro cigarrillo, en revisar tus notificaciones. 

Esa sensación de pérdida, de vacío y desamparo, que experimentas cuando olvidas el móvil, o cuando no puedes hacer eso que tanto te gusta, es la forma en que tu mente te recuerda que estás llenando algún vacío o necesidad con esa actividad. Y aunque es bastante desagradable, es maravillosa porque te está indicando con precisión eso que debes trabajar. 

¿Desintoxicarse, desengancharse o sólo disminuir la frecuencia? 

El móvil, por ejemplo, es una necesidad actual y para muchas personas es imprescindible. Hay cosas que no puedes parar por completo porque tu estilo de vida no te lo permite o sencillamente lo disfrutas. Y eso está bien. Una vez más: el problema no está en usar el móvil, sino que cuando esto se convierte en algo que te limita y no te permite estar presente al 100%, deja de ser algo útil y se convierte en una muleta, te roba libertad. 

La decisión de dejar por completo una actividad es siempre una decisión personal, sin embargo, si la necesidad que encierra esta conducta no es atendida, habrá una recaída. Muchas veces estos objetos o actividades se convierten en una forma de lidiar con tus emociones, experiencias o temores. Revisa si hay ocasiones en las que sueles repetir con más frecuencia esta conducta, qué emoción sientes o qué situaciones estás enfrentando. Es un ejercicio muy revelador.

Una vez que hayas identificado las situaciones en las que te sientes impelido a ejecutar esta actividad, piensa en alguna estrategia o herramienta para poder enfrentarla. Por ejemplo, hay quienes utilizan el móvil cuando están en una situación social incómoda, como una reunión donde no conocen a nadie. Una solución puede ser pensar en saludos o frases para romper el hielo, o sencillamente sonreír para interactuar con los otros. 

Plantearte estrategias puede aliviar tu ansiedad y mejorar la sensación de vacío, en caso de que desees mejorar tu apego al móvil o cualquier otro objeto o situación. Comienza delimitando las situaciones en las que está bien usar el móvil y en cuáles es inaceptable. Está bien revisar tus correos cuando estás en el tren camino al trabajo, pero es muy mala idea hacerlo durante la cena con tu familia. Establece límites y respétalos. Enfrenta cada día a la vez, será más sencillo de lo que crees. 

Me he dejado el móvil… ¿y ahora qué hago?

Sólo necesitas respirar profundamente y tomar las riendas de tu presente. Puede que al principio te sientas desorientado, con las manos vacías, pero sólo necesitas observar a tu alrededor. Estás frente a una nueva situación y tienes dos opciones: entrar en pánico (y arruinar tu día) o convertirla en algo positivo. Siempre es cuestión de actitud y tú tienes el poder de decidir.

Un ejercicio interesante es notar lo que está a tu alrededor. Observa, busca si hay algún detalle nuevo, algo que te agrade. Concéntrate en lo que está ocurriendo en el espacio, en las personas que tienes al lado. El objetivo es que salgas de tus mecanismos de protección y confort para que comiences a vivir en plenitud, presente. Esta experiencia puede enseñarte algo nuevo y mejor, sobre todo si tienes la actitud adecuada. Dejarte el móvil un día entero puede convertirse en una bendición.

Begoña Ramos
www.crecerinteriormente.com

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