¡No me mires que me da vergüenza!

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Todos a lo largo de nuestra vida hemos vivido situaciones en las que sentimos vergüenza  y no nos hemos atrevido a hacer o decir algo.

La vergüenza se puede manifestar de muchas formas, unas son más evidentes que otras como; no atreverse a decirle a alguien que te gusta o, sentirte observado en clase y ponerte rojo.

Éstas son algunas caras de la vergüenza social pero este sentimiento también puede acompañarte de manera más sutil y dañina en forma de auto boicoteo con actitudes internas como: no apostar por lo que verdaderamente quieres en la vida, pensar que no te mereces que te pasen cosas buenas o, que el éxito es para los demás y no para ti.

La vergüenza es un sentimiento universal, es una de las emociones más primitivas del ser humano, su expresión verbal sería: ” hay algo malo en mí”. Es el sentimiento de no creerse lo suficientemente válido y por tanto, indigno de amor.

¿Cómo surge?

El sentimiento de vergüenza ya aparece entre los seis y dieciocho meses de vida. Desde pequeños vamos aprendiendo qué hacer para que nuestros padres nos quieran.

Si el niño siente que su madre no le tiene en cuenta, cree que se muere y esto no es un pensamiento sino una sensación corporal. Este miedo a perder el amor de sus padres hace que el niño desarrolle mecanismos de supervivencia para asegurarse sentirse querido, esto significa en parte, dejar de ser como a él le gustaría ser.

De esta forma el niño va creando su personalidad, a base de ensayo y error va probando qué le da el cariño de sus padres y qué se lo quita. El niño aprende a ocultar sus emociones y eso hace que no pueda mostrarse tal cual es. Si sonrío a mi madre y ella también, sonreiré más pero si al sonreir ella no sonríe, sonreiré menos.

De niños sin darnos cuenta renunciamos a nuestra energía, espontaneidad y vitalidad, a cambio de amor. Nos transformamos y olvidamos realmente quienes somos. Y esta energía vital es la que vamos a recuperar en el taller de ¡Supera tus vergüenzas! a través de distintas propuestas de concienciación personal.

En el adulto

En nuestra vida adulta, como hemos dicho anteriormente, la vergüenza se puede manifestar de muchas formas: desde lo evidente “me da vergüenza” a lo profundo y sutil, “no pienso que merezca nada bueno”.

Todos tenemos convicciones negativas sobre nosotros mismos y sobre la vida que provienen de la vergüenza. Estas ideas son muy poderosas pues determinan nuestra visión del mundo y aparecen en pensamientos como:  «no puedo”, “fracasaré”, “no soy atractivo”, “nunca puedo conseguir lo que necesito”, “si me abro me harán daño”, “nunca nadie me comprenderá”, etc.

Estas convicciones si las vivimos como si fuesen verdad, entonces se hacen reales y nos pueden llegar a invalidar. Por eso en este taller vamos a poner conciencia a lo que nos decimos y a restaurar las heridas de vergüenza para poder ser más responsables y protagonistas de nuestras vidas.

¿Cómo salir de la vergüenza?

Podemos continuar viviendo dentro de los límites definidos por nuestra vergüenza, miedo y culpabilidad o, podemos ponerlos a prueba aceptando riesgos.

El primer paso para curar la herida de la vergüenza es darse cuenta de que existe, ver cómo se siente y qué es lo que la provoca.

En este trabajo terapéutico nos iremos adentrando en la vergüenza para poder entender, aceptar y transformar estas heridas y salir así reforzados.

¿Qué hacer cuando sientes vergüenza?:

  • Practicar el coraje y abrirte.
  • Hablar contigo como con alguien a quien amas y quieres consolar.
  • Reconoce tu historia: ”si aceptas tu historia el final lo escribes tú”.

Superar nuestras vergüenzas implica atravesarlas y por tanto contactar con nuestra vulnerabilidad.

La vulnerabilidad es el núcleo de la vergüenza y el miedo, de nuestra lucha por la dignidad pero también es el punto de partida de la dicha, la creatividad, la pertenencia y el amor.

La vergüenza se sustenta por una profunda creencia de que: “hay algo en mí que si otra gente ve o sabe, no voy a ser digno de entrar en contacto ni de ser amado”. Para salir de este enredo, conectarnos a los demás y al mundo, tenemos que dejarnos ver de verdad.

Ser vulnerable significa asumir riesgo emocional, exposición e incertidumbre y supone un gran acto de valentía. Nuestro auténtico poder proviene de un lugar de relajación interior, de confiar de nuevo y permitirnos ser vulnerables pues ahí está nuestra fuerza y creatividad.

De forma lúdica y respetuosa abordaremos las dificultades de cada persona y creando el clima adecuado llegaremos a nuevos estados de comprensión y cambio. No existe herida que no pueda curarse arriesgando así reestablecemos nuestra confianza, valor y dignidad.

Para ello nos vamos a apoyar en distintas dinámicas de conciencia corporal, emocional y mental que nos permitan atravesar estos límites de la vergüenza y conquistar un mayor espacio de libertad personal.

Cuando decidimos arriesgar y aceptar lo que pueda suceder, aportamos nueva vitalidad a nuestra vida y se hace mucho más rica.

La vida te ofrece numerosas posibilidades no te quedes anclado en lo antiguo, atrévete a avanzar y alcanzar tus sueños.

Cristina Martínez
Picóloga especialista en Psicoterapia
Col:M-13.421
Tel. 636 78 15 82

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