Somos mente y somos cuerpo. Eso es lo que conforma la llamada «unidad psicosomática». Y, sin duda, podemos, cada uno de nosotros, hacer mucho por nuestra organización psicosomática, sea trabajando conscientemente sobre el cuerpo a través de las técnicas del verdadero hatha-yoga o sea a través de las técnicas del radja-yoga, como son la meditación, la concentración, la visualización y la contemplación. El cuerpo y la mente son instrumentos que tenemos que tener lo más sanos y equilibrados posible, mientras podamos, pues son el vehículo de nuestra consciencia. Sin expectativas desmesuradas, podemos tratar de mejorar nuestra calidad de vida interior atendiendo de modo adecuado al cuerpo y a la mente.
Nos lo dijo Buda: «La mente es la precursora de todos los estados y todos los estados entroncan en la mente». La mente es el órgano que nos permite experimentar, sentir, analizar y discernir. Es el escenario donde interpretamos lo que va sucediendo y hasta que se esclarece es como un juego de espejos distorsionantes que no nos permiten ver lo que es como es, y de ahí que, volviendo a Buda, dijo: «Ven y mira». O sea, conecta con lo que es más allá de si te gusta o disgusta, libre de recuerdos y de fantasías, de pasado y de futuro.
La mente acumula y acarrea. Al final se torna discapacitada, empañada por toda suerte de condicionamientos, con estrechos puntos de vista y toda suerte de heridas, frustraciones, complejos, carencias y viejos patrones. Una mente así, ¿puede ser una mente fiable, solvente, aliada?
La mente tiene que ser saneada y para ello hay que irla reorganizando en base a la atención, la ecuanimidad, la claridad y la lucidez. De otro modo, uno no puede fiarse de la mente y sus interpretaciones son personalistas, falaces y, a menudo, neuróticas.
Siempre ha sido un problema la mente. Genera sufrimiento propio y ajeno innecesarios. Por eso, si algo urge, por el bien propio y el de los demás, es cambiar la mente. Pero requiere una especie de ingeniería muy especial para lograr modificar viejos modelos de pensamiento que engendran aflicción, en actitudes sanas y cooperantes. La mente es entrenable y desarrollable. Uno no sólo es como es, sino como quiere ser. El trabajo sobre la mente viene de muy atrás, cuando el ser humano descubrió que la mente estaba caotizada y no era fácilmente gobernable. Y una mente que no puede gobernarse es un manantial de sufrimiento inútil.
Hay que seguir toda una estrategia bien definida y eficiente para ir mejorando la calidad de la mente e ir consiguiendo refrenar o, al menos debilitar, muchos de sus condicionamientos. Una mente condicionada no es una mente libre. Ella nos domina y nosotros somos hojas a merced de su vendaval. Una mente tal se puede convertir en el peor enemigo, del mismo modo que una mente bien gobernada puede tornarse una fiel colaboradora.
Si la misma mente que ata es la que desata, hay que buscar el modo de ir logrando una mente más libre e independiente, lo que nos favorecerá a nosotros y a los demás. Hay que aprender a conocer y relacionarse con la mente. Ella tiene sus leyes… y sus trucos. A veces es una gran tramposa y, en cualquier caso, como una experta maga a la que hay que tratar de descubrir sus artimañas.
Nos deberían enseñar desde niños a examinar la mente. Nos enseñan infinidad de cosas inútiles, pero no a conocer y regular esa inseparable compañera que es la mente. Pero ya que no nos enseñaron cuando éramos niños, nunca es tarde para comenzar el aprendizaje necesario para conocer, organizar, sanear y armonizar la mente. Lo dijo sabiamente Ramón y Cajal: «Somos el arquitecto de nuestro propio cerebro».
La meditación nos ayuda a librarnos de todo tóxico que empaña la mente y a desarrollar una nueva manera de ver y, por tanto, de ser y proceder. Podemos resignarnos a nuestra propia necedad o ignorancia básica de la mente o tratar de irla superando. Ya lo dijo Buda con su habitual precisión: «Uno mismo se hace el bien; uno mismo se hace el mal». Y cuando logramos estar armónicos, contribuimos a la armonía de los demás, pero cuando seguimos alimentado una mente insana, no hacemos otra cosa que aportar insania a los otros.
Nuestra mente puede labrar esclavitud o libertad. De ella puede salir lo peor o lo mejor. Contamos con herramientas para mejorar nuestra calidad de vida psíquica. ¿Por qué resignarnos a una mente de primate u homoanimal si podemos aspirar a una mente realmente humana?
Ramiro Calle
www.ramirocalle.com