En busca de la libertad interior

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La psique, a menudo, está tan condicionada, tan contaminada, que igual que en un paño viejo, se dan rotos, en nuestra alma  también hay roturas, hay huecos, hay grietas, hay fisuras, hay agujeros.

Cuando uno experimenta, inconscientemente, la ansiedad, la angustia, la insatisfacción que producen estas fisuras o estas carencias, uno –igual que cuando tiene hambre- trata de buscar algo que nos alimente y que nos impida seguir con hambre, en este caso, psicológica.

Pero ¿Qué sucede? Que, generalmente, las soluciones de las que nos servimos son todavía más neuróticas, entonces las grietas se ensanchan, los agujeros se profundizan y todas estas fisuras se ahondan en nosotros. Seguimos experimentando ese hambre de algo que nos satisfaga, nos consuele, nos conforte, nos complete, pero insisto, como utilizamos muchas veces una serie de materiales o alimentos que no son adecuados, en lugar de suturar esas heridas del alma, las vamos poco a poco profundizando. Es semejante a una boa, que como su estómago es muy profundo, puede comer y comer y nunca se sacia. Como no somos capaces de llenar bien nuestras carencias emocionales o agujeros psíquicos, seguimos experimentando cada día más insatisfacción y más descontento.

¿Por qué no somos capaces de concretarnos nosotros mismos? Por un lado, porque jugamos al escondite con nosotros y nos alejamos de nuestro ser en lugar de seguir la senda del encuentro, y más bien seguimos la senda del escapismo, la senda de la evasión, para no ver partes de nosotros, aspectos que no nos gustan, y que todos cometemos el error de creer que aquello que no vemos, no existe, con lo que agrandamos nuestras brechas psicológicas.

Por un lado, por medio de autoengaños, subterfugios y escapismos, no vemos en nosotros esas carencias o esas tendencias insanas. Por otro lado, buscamos soluciones ficticias, soluciones que parchean, que son sólo paños calientes o componendas, pero no resuelven el gran problema que son nuestras carencias y nuestros huecos internos.

Es por esto que, a menudo, convertimos la vida en escape, frecuentemente huimos de nosotros y seguimos estando cada día más en la senda del hijo pródigo pero, en este caso, no regresa al hogar interior ni se concilia con el padre que es nuestro yo más profundo.

Este alejamiento de nosotros, este constante recurrir a pretextos, a subterfugios, a autoengaños trae, a la larga, muy malas consecuencias, porque uno se da cuenta que no resuelve el problema, que es la propia mente o la propia psicología. Así, uno de nuestros autoengaños más comunes es poner la responsabilidad siempre fuera de nosotros, en lugar de tomar las riendas de nuestra propia búsqueda interior, empezar a conocernos y empezar a realizarnos.

En el yoga, se considera que sólo en la medida en que uno va conociendo condicionamientos, los encara y los resuelve, vamos teniendo una mente más libre y una mente más independiente, de otra forma, seguimos dominados por estos autoengaños, subterfugios, viejos patrones, dándonos la espalda a nosotros mismos. Para llenar todos estos huecos psicológicos, todas las cosas del exterior son insuficientes. No digo que no sirvan, en cierto modo, como lecturas inspiradoras, personas que estén en nuestra misma búsqueda, el contacto con la naturaleza, pero todo ello, aun siendo gratificante, es insuficiente, porque al final uno lo que tiene que resolver es la relación con uno mismo, asumir la propia soledad de ser humano, empezar a mirar los lados nocivos o feos de nuestra personalidad y tratar de irlos, poco a poco, cambiando.

Como siempre os digo, esta es una labor de gran envergadura porque, además, nadie la puede hacer por nosotros y es por esto que Buda les decía una y otra vez a sus discípulos: “Esperadlo todo de vosotros mismos”. Y ¿por qué lo decía? Porque otra persona incluso, si estamos enfermos, nos puede asear, dar de comer, higienizar, pero lo que es en la búsqueda interior, uno es su propio maestro y su propio discípulo.

Esta semana hemos hablado mucho de los “torturadores internos”. Estos torturadores internos no son gratuitos, vienen dados, también, porque hay carencias en nosotros, envidia, celos, irascibilidad, odio, apegos desmesurados, miedos, y todo ello ¿por qué viene? Viene porque, de alguna manera, en nosotros hay tantas carencias que provocan síntomas, y estos síntomas de superficie son todos estos torturadores internos. Les damos este nombre porque nos mortifican, nos atormentan, nos limitan y nos roban nuestras mejores energías.

En el yoga se propone, siempre, que hagamos, por un lado, un trabajo de auto inmersión y, por otro lado, un trabajo de auto investigación. Ramana Maharshi, que algunos tenéis como uno de los más grandes maestros, decía o cifraba la búsqueda en la pregunta ¿Quién soy yo? No es repetitiva esta pregunta, como un papagayo, sino que es una invitación a tratar de descubrir esa esencia profunda que hay en nosotros, más allá de la máscara de la personalidad, de nuestros apegos y de nuestros aborrecimientos. Otros yoguis proponen, simplemente, desarrollar la sensación Soy, incluso apoyándose en un mantra, que es: “Aham Brahmasmi”, que quiere decir, “Yo Soy el Todo”.

Otros yoguis proponen distintas técnicas de Hatha Yoga, o de Bhakti Yoga (Yoga devocional) o la utilización del discernimiento pero, al final, lo que realmente quiere el yoga es que logremos ir, poco a poco, reunificando, organizando nuestra psicología y disponiéndola de tal manera que podamos pasar también a una búsqueda de mayor altura, que es la búsqueda espiritual. Pero, a veces, tenemos tantos problemas, tantas distorsiones psicológicas que, lo primero que urge, es también, suturar todas estas viejas heridas, es asumir el lado difícil de nosotros, es poco a poco conocernos y estar en mayor disponibilidad para logros más elevados, y no es que los logros psicológicos no sean elevados, no, me refiero a logros de un desarrollo superior de la conciencia y de poder seguir, con cierto éxito, la vía de la autorrealización.

Si en el yoga todo son herramientas, es precisamente porque los yoguis descubrieron que los sistemas filosóficos, que en La India han existido muchos, no culminaban en algo realmente práctico, porque claro, estar discutiendo de cuestiones metafísicas o perderse en filosofías, todo ello puede ser muy interesante a nivel intelectual pero no es transformativo.

Lo que realmente necesitamos son herramientas, igual que una persona que se está ahogando, lo que necesita es poder agarrarse a algún sitio para salvarse de la arrolladora corriente del río, nosotros necesitamos esas técnicas y, en el yoga, esas técnicas las hay a decenas: en el Hatha Yoga, en el yoga psicofísico, que muchas veces lo reducimos sólo a unas cuantas asanas, algún ejercicio respiratorio y la meditación. Pero hay técnicas de control psicosomático altamente desarrolladas que se llaman mudras, bandas, técnicas de limpieza llamadas shatkarmas y kriyas, técnicas para conseguir un estado de inmersión muy profundo, como es el Yoga Nidra. Esto es sólo en el Hatha Yoga, no digamos en el Radja Yoga, el Bhakti Yoga, el Kundalini Yoga, etc.…, que nos aportan infinidad de métodos y de herramientas liberatorias.

Pero imaginemos, por un momento, que un farmacéutico está en su farmacia, dispone de todos los medicamentos a su alcance pero no los utiliza o lo que es peor y que todos hacemos –y me considero en este sentido el primero en hacerlo- es que leemos mucho el prospecto de las medicinas pero después no lo ponemos en práctica, porque es mucho más fácil enredar con la mente, es más fácil charlar, es más fácil leer, buscar en internet, que realmente ponernos manos a la obra y trabajar sobre nosotros, trabajar físicamente, energéticamente, mentalmente, emocionalmente, psicológica y espiritualmente, todas las técnicas nos han sido dadas, otra cosa es si luego tenemos la motivación o la voluntad para ejercitarse.

No basta con leer el prospecto de un medicamento, hay que ingerirlo.

Ramiro Calle
www.ramirocalle.com

 

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