Comprender la depresión

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En nuestra sociedad, bajo la hipnosis del plástico y la silicona, la felicidad se equipara al consumo. Desde el delirio del crecimiento económico, ilimitado todo atisbo de realidad que confronta semejante demencia, es apartado y condenado al ostracismo. La depresión es un buen ejemplo de esto. Quienes la padecen, muchas veces son tildados de cuentistas, débiles mentales y de no querer trabajar. Nos cuesta ver y escuchar a las personas que padecen depresión u otra de las denominadas enfermedades mentales debido a nuestro condicionamiento cultural, esto es, aplicamos la negación para seguir ocultando una faceta de la existencia que nos aterra. Lo que digo es la tónica de muchos de mis pacientes que frecuentemente se encuentran con la incomprensión de su padecimiento. Por fortuna, quien busca ayuda tiene muchas más posibilidades de abordar la depresión con éxito y de poner las cosas en su sitio, cada cual en su lugar.

A día de hoy sabemos que las tasas de depresión están en aumento: según la OMS es una de las tres primeras causas de discapacidad en el mundo y ¡para el 2030 se estima que sea la primera! En España se estima que entre el 8 y el 15% de la población sufrirá una depresión a lo largo de su vida (El Mundo, 17/02/2015) Además, la incidencia ha aumentado, especialmente entre las personas jóvenes, al igual que ocurre con otras patologías como los trastornos de ansiedad y el consumo de sustancias.

UNA ENFERMEDAD COMPLEJA

La depresión es un fenómeno complejo, aunque catalogada como enfermedad mental, sus síntomas afectan a todo el organismo: por lo tanto es una enfermedad organísmica y debe ser tratada en consecuencia a dicha premisa. Suele cursar con síntomas físicos, falta de energía o abatimiento que se manifiesta en dificultades para enfrentarse a las tareas cotidianas, pudiendo llegar en los casos graves a un enlentecimiento de los movimientos y forma de hablar; ganancia o pérdida de apetito y peso; además, frecuentemente aparecen alteraciones del sueño, falta de deseo sexual y dolores difusos en diversas zonas. Pero si por algo se caracteriza la depresión es por ser una enfermedad del alma, por afectar a la esencia de la persona y son por sus síntomas anímicos o emocionales por lo que es más conocida, entre estos tenemos: estado de ánimo deprimido más allá de la mera tristeza ocasional; falta de placer, las pequeñas alegrías del día a día pierden todo su encanto y el mundo se dibuja envuelto en una niebla gris; asociado a esto puede aparecer pérdida de sentido de la vida y emociones negativas dirigidas hacia uno mismo: culpa, rabia, sentimientos de inutilidad, etc. Además, también aparecen síntomas cognitivos como: falta de concentración; alteraciones en la memoria y la atención; dificultades en la toma de decisiones y falta de claridad; pensamientos negativos sobre uno mismo: autorreproches, autoacusaciones, rumiaciones, etc. e incluso ideas de suicidio y muerte. A esto se suma el aspecto relacional: la persona deprimida sufre una merma en sus relaciones interpersonales que jamás deberá ser descuidado en el correcto tratamiento de la depresión.

Respecto a su causa (etiología), se dice que la depresión es multicausal, esto es, depende de la combinación de varios factores y obedece a varias causas. Se sabe que su incidencia no es igual en todas las poblaciones humanas por lo que, además de factores biológicos, incluido los genéticos, nos hace pensar en la importancia de la cultura, las condiciones ambientales y los estilos de vida (inclusive los hábitos dietéticos, higiene del sueño, formar de relacionarse y estructura social entre otros).

UN NUEVO ENFOQUE EN EL TRATAMIENTO DE LA DEPRESIÓN

Leyendo los manuales de referencia tanto en psicología clínica como en psiquiatría, uno puede llegar a la conclusión que la depresión es una enfermedad crónica: respecto a la modalidad de Depresión Mayor, se considera que un episodio suele tener una duración de 1-2 años, el porcentaje de recaídas de los trastornos depresivos a lo largo de la vida es ¡de hasta 75%! y un 15% tienen un curso crónico (Belloch, Sandín, Ramos, 2008) Si atendemos a la categoría de Distimia los pronósticos aún son peores.

Quizás estos resultados, mediocres en el tratamiento de la depresión, se deban a la estrechez de miras, a no tener en cuenta todos los factores causales en el tratamiento de los trastornos depresivos. Los tratamientos convencionales a base de psicofármacos antidepresivos y de terapia cognitivo- conductual han tenido un éxito muy discreto (y escribo esto siendo muy indulgente). Por fortuna desde hace tiempo disponemos de alternativas. Estas alternativas no son excluyentes y se suelen complementar, por lo que el tratamiento deberá integrar varios de estos procedimientos que seguidamente paso a describir:

 NECESIDAD DE EJERCICIO FÍSICO ACORDE A LA EDAD Y CONDICIÓN FÍSICA

Que los seres humanos no evolucionamos para adaptarnos a largas jornadas en la oficina ni largas tardes de sillón es obvio. Toda nuestra fisiología y en especial el cerebro (sobretodo el cerebro emocional) necesitan del ejercicio físico… veamos pues:

El ejercicio además de activar los mecanismos del placer y el bienestar corporal (circuito de recompensa, secreción de endorfinas, aumento de la líbido, etc.) tiene varios efectos antidepresivos: por un lado permite entrar en lo que Csikszentmihayli denomina estados de flujo o “flow”, esto es, nos concentramos espontáneamente en lo que estamos haciendo, viviendo “aquí y ahora” y por consiguiente se detienen las descalificaciones y pensamientos negativos sobre uno mismo característicos de la depresión, al menos temporalmente. Además, la práctica del ejercicio tiene un efecto directo sobre el cerebro emocional, regulando nuestro estado de ánimo, relajándonos y poniéndonos de mejor humor. Literalmente y siguiendo el término acuñado por el Dr. Servan-Schreiber actúa como un regulador límbico, esto es, es capaz de modular nuestro cerebro emocional.

La evidencia a favor del ejercicio como parte del tratamiento de la depresión es muy amplia. Algunos estudios como el llevado a cabo en la Universidad de Duke por Blumenthal y Babyak (2000) compararon la eficacia en pacientes depresivos de un antidepresivo “altamente eficaz” a base de sertralina (Zoloft en EEUU, Besitrán y Aremis en España) con la práctica de ejercicio (jogging). En palabras del Servan-Schreiber (2003) «Tras 4 meses de tratamiento, los pacientes de ambos grupos iban exactamente igual de bien. La ingesta del medicamente no ofrecía ninguna ventaja particular con respecto a la práctica regular del paseo o la marcha rápida. Ni siquiera aportaba nada suplementario el correr y tomar el medicamento a la vez. Por el contrario, al cabo de un año, existía una diferencia notable entre ambos tipos de pacientes: más de una tercera parte de los pacientes que seguían el tratamiento con Zoloft habían recaído, mientras que el 92% de los que fueron tratados mediante jogging todavía estaban perfectamente bien. Y lo cierto es que ellos mismos habían decidido continuar practicando el ejercicio incluso tras finalizar el estudio»

 CAMBIOS ALIMENTICIOS

Desde la Segunda Guerra Mundial han acontecido unos cambios alimentarios sin precedentes en la historia de la humanidad. Al igual que ocurre con el sedentarismo podemos decir contundentemente que el ser humano no está evolutivamente adaptado para seguir el estilo alimentario moderno: exceso de carne, de azúcares simples así como falta de cereales integrales y legumbres, carencia en el consumo de frutas y verduras y escasez de ácidos grasos omega 3 caracterizan la alimentación antinutritiva actual.

En el caso de la depresión juega un papel importantísimo la carencia de omega 3. Para el correcto funcionamiento de nuestro organismo necesitamos un balance 1:1 entre ácidos grasos omega 3 y omega 6. Pues bien, en la actualidad en la mayor parte de la población occidental se ha roto el equilibro en favor de los omega 6: los ratios entre omega 3/omega 6 suelen variar entre 1:7 hasta 1:27 e incluso más.

A día de hoy sabemos fehacientemente que en los pacientes deprimidos el desequilibrio entre omega 3/omega 6 es elevado y que a mayor desequilibrio mayor sintomatología depresiva (lo cual apoya la teoría inflamatoria como uno de los agentes causales de la depresión). También que, cuando este desequilibrio es tratado mediante, por ejemplo, suplementos de alta calidad de aceite de salmón purificado (riquísimos en omega 3) muchos de los síntomas depresivos revierten en la mayoría de los pacientes en menos de tres semanas, Servan-Schreiber (2003)

 UNA PSICOTERAPIA INTEGRATIVA

A la hora de elegir una psicoterapia y un psicoterapeuta uno se puede ver abrumado y desorientado por la enorme oferta existente. Recomiendo al lector que huya como alma que lleva el diablo de las terapias milagros; de los terapeutas talibanes (muchas veces enmascarados de científicos o de gurús de lo alternativo), de los que aseguran que su enfoque es el único verdadero y su terapia la única que funciona y, en general, que se alejen de cualquier dogmatismo, estrechez de miras y falta de sentido común … ¡Cuánto sentido común falta! Como en todo lo humano, existen buenos terapeutas adscritos a casi todas las corrientes existentes, al mismo tiempo que en todos sitios cuecen habas.

Personalmente practico una psicoterapia integrativa con la que combino las aportaciones de la psicoterapia psicocorporal (de corte reichano y de la bionergética de Lowen), con aspectos de la terapia Gestalt y ciertas aportaciones del EMDR, esto me permite un marco amplio, a la vez que profundo, en la que, con el trabajo conjunto del paciente podemos actuar a nivel causal y no simplemente dedicarnos a tapar síntomas y a maquillar la realidad. Además de integrativa, me gusta definir la psicoterapia que practico como humanista y libertaria. Humanista en cuanto a identificarme con los principios de la Psicología Humanista que surge en torno a los años 60: frente al rancio academicismo surge, en el marco de la Contracultura Americana, un nuevo movimiento apadrinado por Abraham Maslow que cuestiona el reduccionismo del conductismo y la visión negativa y nihilista del psicoanálisis freudiano ortodoxo, así, la psicología humanista concibe al ser humano como inherentemente bondadoso, aunque alienado por una cultura alienante, centrándose en facetas hasta entonces desdeñadas por la psicología (énfasis en la libertad y la responsabilidad que deben ir de la mano, exploración de los instintos y el ámbito de las pulsiones, relevancia del existencialismo y la búsqueda del propio sentido y búsqueda de la autorrealización y la transcendencia). Con referencia al adjetivo libertario/a lo entiendo como opuesto a autoritario, esto es, como partidario de la libertad y la autorresponsabilidad: en una profesión en la que abunda el autoritarismo; donde muchos pretenden adaptar a toda costa al paciente a una sociedad neurótica sin que se cuestione nada; frente a los terapeutas que se atreven a dar consejos que ni ellos mismos se aplican; yo opto por el compromiso humano, con que el paciente asuma su libertad y su responsabilidad, acompañándolo en su proceso pero no imponiendo. Una de mis mayores satisfacciones es ver como el paciente se empodera, como se va atreviendo a vivir desde dentro, en contacto con sus verdaderas necesidades y obrar en consecuencia, esto muchas veces se traduce en cambios profundos en la manera de ser y estar en el mundo, y es que como comenta Xavier Serrano (2007) puede que sea éste uno de los motivos por el que ciertas psicoterapias se encuentran al margen de los modelos sanitarios: «Quizás por esto la administración no quiera asumir esta práctica para los usuarios. Porque está comprobado que en muchos casos, un proceso de psicoterapia produce cambios estructurales en la persona que repercuten en su vida cotidiana, cuestionándose su trabajo, su relación de pareja, su actitud ante lo establecido y ante su propia existencia, y eso no va acorde a la adaptación social y a la estabilidad productivista con la que se computa la validez de una técnica»

CONCLUSIÓN

Volviendo al asunto de la depresión, hemos visto que se trata de algo complejo (como la mayoría de las manifestaciones de la vida). Por lo tanto abordarla desde un único punto de vista parece irrisorio y aun estúpido (como en la mayoría de las manifestaciones de la vida).

Respecto al abordaje psiquiátrico tradicional (psicofármacos antidepresivos), a pesar de los esfuerzos de la industria farmacéutica por demostrar lo contrario, el fracaso es patente y los porcentajes de recaídas en la depresión así lo demuestran. Además si, como parece apuntar la evidencia empírica reflejada en numerosas investigaciones, lo que existe en muchos casos es un desequilibrio nutricional que se traduce en un mayor desequilibrio bioquímico, tratar la depresión exclusivamente con antidepresivos puede ser tan inútil como cambiar las cortinas de la casa cuando lo que están dañados son los cimientos. Por fortuna, numerosos médicos psiquiatras y de medicina general son conocedores de estos hallazgos y en sus actuaciones incluyen el tratamiento con omega 3, el ejercicio físico y recomiendan la psicoterapia. Respecto a esto, recuerdo una conferencia del gran psiquiatra Alejandro Rocamora, que comentaba algo así “cuando receto un antidepresivo, suelo advertir: no se crea usted que esto es como cuando va al médico de cabecera porque le duele la cabeza, se toma las pastillas y ya está, aquí si no hace los cambios necesarios en su vida no funcionará”

En referencia a la psicoterapia, la considero esencial en el tratamiento de la depresión. En primer lugar, en el espacio psicoterapéutico se da la oportunidad para expresar todo lo que uno lleva y no se atreve a comunicar en otros ambientes, esto de por sí ya es sanador, pues alivia y relativiza el sufrimiento al que la persona con depresión se enfrenta. Además, la psicoterapia implica una búsqueda de aquellos factores que en la vida de la persona están manteniendo el sufrimiento y se intenta poner remedio a los mismos con las estrategias adecuadas. Por otro lado, a diferencia de los modelos médicos oficiales en los que el paciente es un agente pasivo (sólo tiene que tomar el tratamiento), la psicoterapia exige una participación activa del paciente o cliente, se necesita de su compromiso y de su acción para lograr cambios, es decir, implica que el paciente se responsabilice de sí mismo y tome las riendas de su propia vida, lo dicho, es común a todos los modelos de psicoterapia.

Dejo para un segundo artículo sobre la depresión mi manera de trabajar con personas que padecen dolencias depresivas y qué corrientes psicoterapéuticas me parecen las más acertadas para el tratamiento de éstas.

Intentemos ser felices… Besos, abrazos.

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