Y tú ¿quién te crees que eres?

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Cuando nos hacen esta pregunta normalmente suele estar acompañada de un gesto de desprecio (rictus en el labio incluido) y un tono que transmite sarcasmo. Yo te la pregunto de verdad, solo para que te lo plantees por un minuto “¿quién crees que eres?”. Observa que no he preguntado quién eres, la palabra “crees” es básica aquí. Me da a mí que te has hecho una idea muy lejana de la realidad con la que llevas identificándote años, quizás incluso toda tu vida.

La base de las creencias es que estamos convencidos de que son la verdad. No las discutimos ni nos las replanteamos ¿para qué? De esa manera puede que creas que tienes que ser buena, que lo correcto es que los hombres no besen a sus hijos a partir de una edad, que a los niños hay que enseñarles a obedecer en el colegio, que la mejor cocinera del mundo es tu señora madre, que está mal poner límites, que no sabes dibujar y nunca sabrás, que para salir a la calle tienes que ir con sujetador (lo contrario es de guarrillas), que tienes que ganar más que tu pareja, que en Navidad sí o también hay que cenar con la familia, que gastarte dinero en tus animales es tirarlo, que tienes que apreciar un trabajo porque es seguro aunque te haga infeliz, que si todo el mundo bebe cuando llega el fin de semana es porque es normal, que si te enfadas con la pareja lo mejor es no hablarlo para no liarla más, que hay secretos familiares que no se mencionan en ninguna circunstancia, que los hombres que lloran en las películas son menos hombres, que los niños no se enteran de nada, que no te puedes casar con alguien de otra raza, religión o nacionalidad y un larguísimo etcétera que viene a ser lo que tú crees de cómo es la vida.

Si ahora yo te digo que la vida no es de ninguna manera, que te hipnotizaron de pequeño y que filtras la realidad ¿qué opinas? Hagamos una prueba. Mira a tu alrededor e intenta memorizar todas las cosas que contienen algo de color azul. Tienes un minuto. Venga, no sigas leyendo. Ponte el cronómetro en el móvil, es solo un minuto… ¿Ya? De acuerdo, ahora sin mirar de nuevo enumera todo lo que has visto de color verde. ¡No vale mirar! Esta es una buena práctica para darnos cuenta de que nuestra atención filtra la realidad. Depende de lo que busques, lo encuentras. Si en lugar de un color lo que buscas son peligros, traiciones, injusticias o malos modales, los encontrarás. Si quieres puedes elegir ver las historias de las personas, lo bueno de tu vida, aquello que te hace feliz.

Decir que todo es cuestión de elección es simplificar la realidad, es más bien cuestión de creencias conscientes e inconscientes. Llevar al consciente el inconsciente y cambiarlo no es sencillo, no te voy a decir lo contrario. No lo es porque te hipnotizaron cuando eras tan pequeño que ni te acuerdas. Aunque pueda parecerlo no estoy hablando de una conspiración para controlar tu mente, habitualmente lo llamamos “crecer en familia” y “recibir una educación”. Para los efectos es exactamente lo mismo.

De pequeños nuestro cerebro no es el mismo que el que tenemos ahora. Las ondas cerebrales y el hemisferio cerebral con los que funcionamos la mayor parte del día son otros. Desde que nacemos hasta los dos años nuestras ondas son las llamadas delta. Suelen oscilar entre 0,5 y 4 hertzios y se relacionan con nuestro inconsciente, con el sueño profundo y con la hipnosis. Esto explica eso de que los niños son esponjas ¡claro! ¡están hipnotizados! A esa edad deben aprender muchas cosas, muchísimas. Ahí empiezan a saber cómo es la vida, cómo funciona su cuerpo, qué normas hay en la familia, qué hacer para conseguir cariño o comida.

Imaginemos que al nacer el bebé es como un ordenador en el que se van instalando programas. Según la familia, el país, la educación, los valores o la religión, su visión de la vida será una u otra. Y en todo ello no habrá podido opinar nada en absoluto, ya que todavía no está desarrollada su capacidad de discernir. Lo que le cuenten, o más bien los modelos que vea, los copiará sin plantearse si son o no válidos, si le hacen o no feliz.

Con los años, puede que empiece a revisar su vida y no entienda nada, que se dé cuenta de que ciertas cosas no son como creía. Algunos pacientes me han comentado su sorpresa al conocer otras familias y observar otras formas de hacer las cosas y de llevar la vida. Al crecer consideramos que lo que ocurre en nuestro hogar es lo normal. Luego vamos al cole y hacemos amigos que nos invitan a jugar a su casa. Allí descubrimos otro mundo, madres, padres y hermanos que se comportan de otra manera, que ellos consideran también normal. Lo habitual es no entender nada. Con los años vamos a estudiar a otra ciudad, hacemos amigos fuera de nuestros círculos habituales o conocemos a los padres de nuestra pareja, ahí es cuando nos damos cuenta de que cuando decimos que “cada familia es un mundo”, es algo muy literal.

Aprendemos lo básico muy temprano, a fuerza de ver e imitar. Por tanto todo nuestro presente está marcado por un pasado que establece nuestra manera de ver la vida.

Te preguntarás “¿ahora qué hago para cambiar lo que creo que soy y empezar a ser quien me dé a mí la gana?”. Antes que nada, hay que hacerse muchas preguntas y olvidarse de dar nada por hecho. A ver ¿de verdad ser bueno quiere decir que tienes que ayudar a todo el mundo y dejar que abusen de ti sin quejarte jamás? ¿ser un hombre implica que tienes que cobrar más que tu pareja, llevar ropa de colores “serios” y evitar el contacto físico en la medida de lo posible? ¿te has planteado si tu religión es la que más encaja contigo o si quieres ser sencillamente espiritual a tu propia forma o no creer en nada más que en tu presente?

Mira tu vida y pon atención a cada decisión que tomas ¿la tomas tú de forma consciente o es algo automático? ¿son las mismas decisiones que lleva tomando tu familia toda la vida? En caso de que estés haciendo lo de siempre, para y presta atención. Considera otras posibilidades, escucha sin juzgar otras opiniones, incluso busca información contraria a lo que piensas. Párate y observa tu presente como si fuera el de otra persona a la que no conoces de nada. Todo ello te comenzará a dar otra visión de ti mismo, arriésgate a seguir caminos nuevos, prueba, juega. De esa manera te empezarás a separar de ese “yo” tuyo que no es tan tuyo, que lo mismo hace mucho que no te gusta y ni te habías dado cuenta. Experimenta esa libertad que hace mucho que no sientes y, en ese proceso de tomar consciencia y separarte de lo que hasta ahora creías que eras, lo mismo te encuentras a ti mismo. Vale la pena intentarlo ¿eh?

Raquel Rús
www.raquelrus.es
raquelrus@hekay.es

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