SALVAGUARDAR LA PUREZA DE LA SABIDURÍA ORIENTAL

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La penetración en  la cultura occidental contemporánea de muchas técnicas de autorrealización de Oriente ha sido, con frecuencia, un motivo para deformarlas, falsearlas y distorsionarlas en base a rentabilizarlas, mercantilizarlas y brindarlas como placebos o analgésicos «espirituales»,  haciéndoles perder su esencia, su profundidad y su capacidad transformativa. En este sentido, y una vez más, América del Norte ha sido el país perfectamente abonado para esta espúrea instrumentalización de las psicologías de Oriente. Como resultado sucede que le llaman yoga, zen, vedanta y tantra a lo que ni es yoga ni zen ni vedanta ni tantra.

No digamos ya nada con el tan traído y llevado mindfulness, que tal como se presenta, ignorando su fuente (vipassana y Satipatthana), se presenta como una técnica aguada para centrarse un poco más en el momento presente con propósitos en nada espirituales o de autentico desarrollo interior o evolución consciente, sino como un procedimiento para ser más brillante en una reunión o más consistente en la gestión de un negocio, o tener más seguridad al hablar en público, o rendir más en la esfera laboral, o conseguir dominar o manipular más a los otros u otros propósitos o intenciones típicos de la sociedad de consumo y del supermercado «espiritual» que se ha creado. Todo ello en detrimento del verdadero vipassana o Satipatthana, que lo que trata de conseguir es un discernimiento claro y transformador para cambiar actitudes, superar la ignorancia básica de la mente, mejorar el sentido de la ética y desarrollar la sabiduría liberadora. El mindfulness sin la asociación con la genuina ética y el cultivo de la sabiduría, se convierte, en cierto modo, en una patraña más de la sociedad de consumo, cuyos valores no son precisamente humanizar al ser humano, sino convertirlo en una máquina compulsiva en cuando a consumir estímulos de todo orden, incluidos los productos «espirituales».

¿Qué decir  de lo que ha sucedido con el yoga? Cuando los primeros mentores de yoga llegaron a Occidente, no se preocuparon en absoluto por velar por el auténtico yoga e indecorosamente se convirtieron, buena parte de ellos, en los grandes traidores a la genuina Enseñanza, en su afán por engatusar a los occidentales que sólo pretendían rendir culto al cuerpo, envanecerse de su apabullante flexibilidad y afirmar su narcisismo. Estos primeros mentores, por los que no siento el menor respeto por mucho que se les rindiera infantil pleitesía, fueron los responsables de adulterar el hatha-yoga convirtiéndolo en fitness y en aguar otras formas de yoga como el bhakti o el gnana.

En su afán, desmesuradamente egocéntrico, de querer alcanzar popularidad, obtener pingues beneficios y captar la atención de los occidentales que esperaban atajos para llegar al cielo, los mentores indios (y lo siguen, muchos de ellos, haciendo en la India) falsearon las enseñanzas de la sabiduría india, tanto en el ámbito del yoga como en el del vedanta. No pocos mentores occidentales se han incorporado a esa estela. Es una pena que el traslado de las filosofías y psicologías orientales al escenario occidental haya sacrificado buena parte de la esencia de las mismas, allanándose a los «valores» de la consumista y competitiva cultura occidental.

Curiosamente, las mejores obras sobre espiritualidad oriental son debidas en las últimas décadas a autores occidentales tan sagaces y profundos como lo puedan ser Avalon, Wentz, Tucci, Anagarika Govinda, Ghunther, Maspero, Blofeld, Evola, Nyanaponika Thera y tantos otros autores a cuyo lado los orientales quedan muy desmerecidos.

En  los días que corren, tan convulsos  y despiadados, es urgente recuperar la esencia de esas técnicas orientales de autorrealización que tanto pueden aportarnos para desarrollar el lado más luminoso y compasivo del ser humano, basado en un entendimiento correcto. Buscamos en Oriente la medicina del Dharma (Enseñanza) y no el veneno de enseñanzas tergiversadas y que, en lugar de ayudarnos a tener un corazón tierno y una mente lúcida, aún empañan y embotan más la consciencia. Hay, pues, que tratar de salvaguardar la pureza de unas enseñanzas que representan una inestimable herencia espiritual  para el ser humano de hoy en día.

Ramiro Calle
www.ramirocalle.com

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