El Profeta, el Sacerdote y el Rey

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El chamán es el predecesor de la triple función que tenían el profeta, el sacerdote y el rey en las posteriores civilizaciones. En las sociedades más primitivas, el chamán era la persona que personificaba estas tres funciones. Cuando una persona estaba preparándose para morir, el chamán estaba allí para aconsejarla en la transición desde el plano terrenal hacia el más allá.

Cuando tenía lugar la transición, el chamán que estaba presente en la habitación del difunto, dejaba su cuerpo para acompañar el alma hacia el más allá. La función que tenía el chamán era la de reunirse con las personas que daban la bienvenida al alma recién llegada. Después de que había cumplido con su misión, el chamán volvía a su cuerpo y asesoraba a los que seguían en el plano terrenal y que sufrían por la pérdida del ser querido. El chamán simbolizaba la unión entre los dos mundos.

Ya que muchas civilizaciones modernas se han desarrollado en base a las del mundo antiguo, a partir de la figura del chaman se han creado tres nuevas figuras. Estas figuras son el profeta, el sacerdote y el rey.

Primero estaba el rey, que por sus cualidades de liderazgo y fuerza, era considerado el más apropiado para guiar al pueblo. Tenía que constituir un gobierno y un liderazgo para defender a su pueblo contra los enemigos.

En segundo lugar, estaba el sacerdote, que desempeñaba la función de unir el plano terrenal con las dimensiones espirituales superiores. Si bien se creía que el rey o el monarca tenían capacidades sacerdotales, generalmente no las gestionaban. Eran dejadas para los sacerdotes, que eran los que cumplían con la función de llevar las ofrendas a “Dios” o a los dioses y a las almas de los grandes que habían muerto reconocidos como héroes o santos.

Por último, la profecía, que había sido el aspecto central del trabajo del chaman, ahora recaía sobre otra persona. Las funciones proféticas, muchas veces, eran realizadas por individuos fuera de la jerarquía del gobierno. Los profetas actuaban según su inspiración para traer conocimientos relacionados con la voluntad de Dios o los Dioses y traer mensajes de los héroes difuntos para los vivientes. Muchas veces los profetas se sentían en contradicción con los reyes o los sacerdotes simplemente por el hecho de poder “ver” desde una perspectiva de “mundos elevados”.

Esta es la situación que encontramos en los grandes imperios de Egipto, Mesopotamia y a través de toda nuestra historia, hasta hoy en día, en la historia más reciente de Europa u otros países donde la monarquía sigue presente.

En muchas religiones y civilizaciones, desde el antiguo mundo hasta los tiempos modernos, los profetas podían aparecer contrariados respecto a los valores y perspectiva de los monarcas. Si era necesario, podían hasta criticar las actitudes y las enseñanzas de los sacerdotes desde una perspectiva ética.

Por ello, en la biblia, los mismos reyes de Israel eran reprendidos por los profetas. El sacerdocio era criticado regularmente por su falta de perspectiva moral.

EN LOS TIEMPOS MODERNOS

En la historia y las civilizaciones modernas, los profetas no se restringían a una clase. Todos, desde los campesinos a los cortesanos reales eran reconocidos por tener estos poderes carismáticos. Todos podían tener introspecciones divinas para corregir los comportamientos de los monarcas, otros gobernantes, los sacerdotes u otras figuras religiosas.

Esto nos trae al periodo moderno, donde las personas de todas las clases y profesiones con sus conocimientos proféticos y éticos, podrían ser reconocidas como capaces de criticar los estándares del poder de las jerarquías política o religiosa.

En Occidente, en la tradición judeo-cristiana, encontramos este tipo de criticismo profético expresado por los profetas de Israel quienes condenaban a los reyes y “falsos profetas”. Los verdaderos profetas de Dios eran considerados capaces de aportar una perspectiva ética superior para corregir las sociedades y sus líderes, que eran percibidos como representantes de lo inmoral y de las acciones no éticas en la sociedad.

En el nuevo testamento cristiano, encontramos la figura de Jesús, muchas veces en contradicción con las practicas del sacerdocio en Jerusalén y los lejanos monarcas que gobernaban Israel desde Roma. Encontramos estas mismas funciones proféticas en el mundo actual, representadas por periodistas y personas de distintas profesiones, que se han visto obligados a presentar acciones morales alternativas para lidiar con los problemas de la sociedad y los asuntos mundiales.

La función del profeta no aparece en la sociedad como asignada sólo a los hombres. La profecía es más bien considerada como un don carismático que pueden tener todos los individuos en las distintas posiciones o roles sociales en una sociedad.
De este modo, en el periodo moderno, estamos familiarizados con personas de todos los orígenes sociales considerados capaces de expresarse para corregir las acciones inauténticas de los distintos estados y sus líderes.

Todo esto significa que la humanidad ha reconocido que, desde los tiempos remotos hasta el presente, los dones carismáticos de la introspección y expresión, han sido concedidos, muchas veces, a personas fuera de la jerarquía del estado o de las instituciones religiosas. Este don y esta facilidad son necesarios para mantener el curso de las acciones de los líderes o los gobernantes de un pueblo, dentro de un orden auténtico y divino.

Todo esto implica que un don psíquico y espiritual concedido por una fuente divina es en su natural chamánico. Esta facilidad o facultad es percibida como necesaria para guiar a un pueblo. Por esta misma razón no es correcto suponer, como lo podrían hacer hoy en día muchos “secularistas”, que las percepciones intuitivas, éticas y espirituales se concedían por una fuente superior sólo a ciertas personas dependiendo su estatus social. De hecho, estas personas, reconocidas como profetas en todas las civilizaciones, son “despertadas” para suscitar una consciencia ética que no ha estado presente en el “sacerdote” o en el “rey” en ninguno de los liderazgos, sea secular o religioso de una sociedad.

Las tres categorías del profeta, el sacerdote y el rey son fácilmente reconocibles como métodos naturales de liderazgo en las estructuras de las sociedades antiguas religiosas y en la moderna secular. Esto sugiere que los gobiernos no deberían ser considerados meramente como asuntos administrativos o actividades seculares que se entienden solo con la lógica. Hay un factor innato, sagrado, transcendente, no terrenal y divino implícito en los requisitos para estar al mando de un estado o cualquier institución en la sociedad.

La conclusión de este estudio es que en un “buen gobierno” debe haber un factor profético para poder considerarlo una sociedad humana auténtica. Las funciones de los profetas, los sacerdotes y los reyes son visibles en casi todas las sociedades seculares antiguas y modernas. Los términos pueden variar, pero las funciones son las mismas. Todas las sociedades o instituciones bien gestionadas tienen que combinar estas tres funciones originarias del chaman. Son las funciones del profeta, el sacerdote y el rey. Los acuerdos y requisitos son, que el líder, el rey, el gobernador deben estar abiertos a las sugerencias por parte de los profetas. El profeta realiza rituales y ofrece palabras apropiadas que recuerdan lo sagrado de la vida cotidiana y sus requisitos morales.

Nuestras continuas expectativas de Mesías o figuras divinas, implica que el trabajo del chaman no está acabado ni está incluido en las funciones seculares actuales de las figuras religiosa y líderes políticos. Si no incluimos las acciones carismáticas esclarecedoras y las palabras de los profetas de nuestros tiempos, nuestras sociedades pueden convertirse, implícitamente, en gobiernos dictadores gobernados por un solo gobernante. El “barco” del estado tiene que estar siempre equilibrado por las opiniones proféticas que evitan las atrocidades en las sociedades.

Bajo cada aspecto, el profeta, puede ser comparado con el niño que ve “el emperador que no lleva ropa”.
Desde tiempos remotos la profecía ha sido siempre aprobada por las tradiciones humanas y divinas. Las grandes figuras religiosas históricas son descritas como poseedoras de autoridad profética, religiosa, y real. Donde se omite el elemento profético, encontramos sociedades deformadas, capaces de abusos y atrocidades. Donde se omite el elemento religioso, la relación entre seres humanos, la natura y sus fuentes transcendentes gubernamentales son quebradas.

Presentamos este estudio y meditación con la esperanza de que las futuras sociedades humanas no se desarrollen excluyendo una de estas tres funciones, la del profeta, el sacerdote y el rey. En términos simples esto significa, que una buena sociedad o gobierno tiene siempre abierta la opción de la profecía. Queremos decir que esta función no puede prohibirse por ningún acuerdo entre personas o por los  gobiernos. También significa que en todos los periodos de la historia, en ninguna sociedad, con líderes y personas de visión corta, se han excluido las funciones del “profeta, sacerdote y rey”.

John y Marilyn Rossner
www.iiihs.org

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